Porque si les mientes, lo pagarás...
Cuando un autor termina su obra y logra publicarla, lo lógico y esperable es que trate de darla a conocer a sus potenciales lectores. De hecho, es recomendable incluso empezar a darle impulso desde (como mínimo), un mes antes de que llegue al mercado.
Sin embargo, hoy no he venido aquí para hablaros de cómo debéis vender vuestra obra, para eso ya están los blogs de autores como Ana Gonzalez Duque o Excentrya.
No, mi misión hoy es la de advertiros sobre los riesgos de hacer un mal uso de las técnicas de venta con el fin de engañar al lector para que pique y compre, porque si le mientes al lector, si le engañas para que adquiera tu obra, lo pagarás con creces.
Hay muchas formas de engañar a un lector y lograr que se sienta (como es de esperar) furioso contigo. No ya porque tu obra no le haya gustado, que es lo de menos, sino porque se sentirá estafado. Y eso, amigos, es una sensación que mantendrá a largo plazo y le condicionará a la hora de adquirir tus próximas novelas o de recomendarte.
En mundo que se mueve por el boca-oreja, granjearse la enemistad de un lector es cerrarse puertas. Y si es por causa de una mala estrategia de venta, serás el responsable de ese mal irremediable, además del máximo damnificado.
Aún así, no son pocos los autores y editoriales que insisten en hacer uso de estas técnicas y estrategias de venta si así logran llenarse los bolsillos. Ante ustedes el catálogo de las mentiras más grandes con las que engatusar a un lector:
Esta primera técnica consiste en anunciar a bombo y platillo las virtudes de una obra, focalizándose en un aspecto distintivo de la misma que la haga un agente revolucionario, un soplo de aire fresco: la obra que renovará el género, vamos.
Donde dije digo, digo Diego
Esta primera técnica consiste en anunciar a bombo y platillo las virtudes de una obra, focalizándose en un aspecto distintivo de la misma que la haga un agente revolucionario, un soplo de aire fresco: la obra que renovará el género, vamos.
Pongamos un ejemplo:
Sale al mercado una novela que promete ser la renovación definitiva de la Fantasía Épica o que dará una vuelta de tuerca definitiva al legado (robado) de los Hermanos Grimm. No habrá topicazos raciales ni los orcos serán los villanos.
Ante semejantes palabras, el lector adquiere el libro esperando encontrar en él el giro que se le ha prometido para encontrarse, con asombro y no poca decepción, con que dicho cambio es una minucia en comparación con lo que se ha dicho y prometido en entrevistas, presentaciones e incluso en la sinopsis.
Y es que resulta que, si bien hay una comunidad de orcos alineados con el Bien, el resto siguen siendo hordas del infierno que luchan contra enanos gruñones y esbeltos elfos.
Y tras esta bizarrada, no hay manera de rizar mejor los cuentos... |
Hay renovación, sí. Pero ni sienta las bases de una nueva línea de escritura, ni está a la altura de ser el nuevo Mesías de tinta y papel, por mucho que le den premios, medallas y le dediquen una estrella en el Paseo de la Fama.
Tras este chasco, cuando el autor saca a la luz una nueva obra que promete ser la polla con cebolla, este lector preferirá ignorarla, por si acaso se la dan con queso otra vez, y además se asegurará de que todos sus amigos y familiares (potenciales lectores) sepan de su experiencia y desconfíen de la novela.
Ahora lo ves, ahora no lo ves
Una técnica hermana a la primera es la que yo llamo con cariño "síndrome del elemento fantasma". O dicho de otro modo: maximizar como gancho comercial un elemento de la novela que luego, ni siquiera aparece (y si lo hace, es de forma superficial).
Esta técnica se emplea con el fin de captar lectores entre ciertos colectivos ninguneados por la historia (no me gusta decir minoritarios, porque la población femenina, homosexual y no blanca es lo bastante numerosa como para no ser menostenida por una norma fictícia que hace del varón blanco cis. hetero el referente).
Así, por ejemplo, editoriales y autores se llenan la boca diciendo que la obra en cuestión será un referente en la lucha por la igualdad y contra el racismo, abanderándola como adalid de dicha lucha.
¡Se hace saber que esta novela será el nuevo paradigma de (X)! |
Y luego, como en el caso anterior, cuando el lector compra el libro y empieza a leer, el único punto a favor de la lucha contra el racismo es la frase de uno de los protagonistas en el capítulo X y la aparición en las fases iniciales de la novela de una revolución de esclavos negros en la América colonial.
Pues sí, hay lucha, pero ni es el eje argumental de la obra, ni es equiparable su valor dentro de la historia con el que se le ha querido dar.
Cuatro frases al final de la novela no zanjan un tema que se vendió como central y que resulta ser simplemente accesorio, dando al lector la sensación de que dicho elemento fue incorporado única y exclusivamente para comercializar la novela entre ciertos colectivos.
Prometer al meter
Esta tercera modalidad consiste en ser un bienqueda de manual y regalar los oídos del público con aquello que sabes que te va a hacer ganar lectores (y por ende, dinero).
No importa que tu argumento sea diametralmente contrario a lo que pregonas. Sabes que decir las "palabras mágicas" hará que te lluevan potenciales lectores y a ello te lanzas. A veces, incluso de forma inconsciente.
Tal vez este tipo de engaño es el que mayor enojo produce en los lectores, pues una vez adquirida y leída tu obra, se percatan que no tiene nada que ver con aquello que lo impulsó a comprarla, sino que además muestra todo lo contrario a lo que prometía.
Sin embargo, del catálogo de engaños que aquí presento, este es el más abundante, sobretodo de un tiempo a esta parte, pues parece haberse puesto de moda tratar de comulgar con cuantos más colectivos mejor.
Así, el argumento de la novela se subordina a la presentación de sus numerosas virtudes, llegando a venderse novelas con más beneficios para la salud que una crema del herborista que, por cierto, luego ni siquiera suelen estar presentes en la historia.
Cuando te prometen igualdad y te encuentras esto ^^' |
De este modo, los autores presumen de integradores, respetuosos, feministas y pro-animalistas cuando en su obra ultra-mega-chupi, aquellas, por ejemplo, "mujeres reales con valía propia", no son más que modelos Playboy de esbelto cuerpo y caderas amplias.
No sé a vosotros, pero a mí cuando un autor me hace esto, me enemisto con su obra ad aeternum.
Puede que esté dejando perder oportunidades, pero cuando me toman el pelo y me decepcionan, es porque realmente jamás fui su público objetivo, solo un pobre lector incauto al que dársela con queso.
El héroe de las mil caras
O dicho de otra forma: dependiendo de quién sea el sujeto que se interese o pregunte, vendes tu novela de una forma o de otra completamente distinta, llegando incluso a evadir información o a camuflar datos que pudieran "ofender" al potencial cliente.
Es normal y recomendable que tanto el autor como la editorial que le publica (en el caso de que la hubiera) hagan sesgos entre sus lectores potenciales, sobretodo si hablamos de géneros versátiles que pueden enfocarse a uno o más colectivos, como ocurre, por ejemplo, con el YA.
La literatura juvenil, por el hecho de centrarse en este público, es a menudo objeto de interés de padres y docentes que las adquirirán o mostrarán interés en ellas por motivaciones diversas. Por este motivo, no se enfocará del mismo modo una presentación dirigida a adolescentes (lectores directos) que un cuadernillo de presentación para profesores de lengua (lector indirecto).
Ahora bien, el error viene cuando, en este proceso de adecuación, se enfatizan y se obvian distintos elementos de la novela, dando como resultado informaciones sesgadas y condicionadas por el receptor de las mismas.
De este modo, regalando los oídos del lector al ofrecerle una adaptación a su medida, es su propia complacencia quien le empujará a comprar tu obra, pues siempre le parecerá que está hecha a medida de sus intereses. Y de este modo, tú solo tendrás que esperar sentado.
Por poner un ejemplo: en una obra cuyo protagonista es homosexual o ejerce de prostituta, este dato es omitido en el dossier informativo que se facilita a padres o centros educativos para evitar su rechazo, mientras que en las charlas con los lectores, se hace mucho hincapié en este aspecto, vaya a ser o no tema central de la novela.
Así, tanto los unos como los otros obtienen inicialmente lo que estaban buscando y no se percatan de la triquiñuela comercial hasta que ya es demasiado tarde: hasta que se ponen a leerla entera.
Y sí, puede que gracias al engaño descubran nuevas realidades y cambie su concepción de la vida, pero desde mi punto de vista, la honradez está por encima de un fin que justifique los medios, para bien y para mal.
Tras estas indicaciones, solo me queda pediros que, llegado el momento de hablar de vuestra obra a los lectores, tengáis a bien no metirles.
No tengáis miedo de ser sinceros, porque puede que el engaño os lleve al éxito, pero a la larga, pagaréis con la predisposición negativa el haberle mentido al lector.
¡Nos leemos! ^^
Es normal y recomendable que tanto el autor como la editorial que le publica (en el caso de que la hubiera) hagan sesgos entre sus lectores potenciales, sobretodo si hablamos de géneros versátiles que pueden enfocarse a uno o más colectivos, como ocurre, por ejemplo, con el YA.
La literatura juvenil, por el hecho de centrarse en este público, es a menudo objeto de interés de padres y docentes que las adquirirán o mostrarán interés en ellas por motivaciones diversas. Por este motivo, no se enfocará del mismo modo una presentación dirigida a adolescentes (lectores directos) que un cuadernillo de presentación para profesores de lengua (lector indirecto).
Ahora bien, el error viene cuando, en este proceso de adecuación, se enfatizan y se obvian distintos elementos de la novela, dando como resultado informaciones sesgadas y condicionadas por el receptor de las mismas.
De este modo, regalando los oídos del lector al ofrecerle una adaptación a su medida, es su propia complacencia quien le empujará a comprar tu obra, pues siempre le parecerá que está hecha a medida de sus intereses. Y de este modo, tú solo tendrás que esperar sentado.
Como este tío de aquí... |
Por poner un ejemplo: en una obra cuyo protagonista es homosexual o ejerce de prostituta, este dato es omitido en el dossier informativo que se facilita a padres o centros educativos para evitar su rechazo, mientras que en las charlas con los lectores, se hace mucho hincapié en este aspecto, vaya a ser o no tema central de la novela.
Así, tanto los unos como los otros obtienen inicialmente lo que estaban buscando y no se percatan de la triquiñuela comercial hasta que ya es demasiado tarde: hasta que se ponen a leerla entera.
Y sí, puede que gracias al engaño descubran nuevas realidades y cambie su concepción de la vida, pero desde mi punto de vista, la honradez está por encima de un fin que justifique los medios, para bien y para mal.
Tras estas indicaciones, solo me queda pediros que, llegado el momento de hablar de vuestra obra a los lectores, tengáis a bien no metirles.
No tengáis miedo de ser sinceros, porque puede que el engaño os lleve al éxito, pero a la larga, pagaréis con la predisposición negativa el haberle mentido al lector.
¡Nos leemos! ^^
Buen consejo. Me he decepcionado con tantas sinopsis que prometían lo que no había dentro de la historia, que ya no las tomo en serio y prefiero ver opiniones de otros que ya la han leído. Viva Goodreads. Aunque, al final, las sorpresas siempre están. Ahora huyo de los libros que se anuncian como la novedad de un género o la representación de un sector maltratado por la sociedad.
ResponderEliminar¡Saludos!
Yo también me guío mucho por reseñas y, cuando las hacen, por presentaciones. Creo que es la mejor manera de conocer bien un libro.
Eliminar¡Hola! Es un tema que tiene tantas decepciones de por medio, la verdad, yo adoro los spoilers por eso también xD me encanta ir sabiendo algunas cosas, de paso, porque los libros no están baratos y gastarlo en algo que te va a desilusionar, es una gran, gran frustración. Me pasó con algunos, donde ponían algo en la sinopsis y salía, pero como personaje secundario o como una mención al pasar. El peor fue sobre la reencanación del dios del mal, que en vez de ser una épica batalla para salvar la tierra, fue una pelea entre un filósofo, un clérigo y un viajero. Horrible, horrible. El autor mismo discontinuo el libro años más tarde.
ResponderEliminarEs un arma de doble filo, porque una vez caes con la tetra, pero no vas a venderle un libro dos veces a la misma persona.
Un muy buen consejo.,
¡Un abrazo!
Si es que comprar un libro es un voto de confianza muy grande, y el buen autor, ha de saber reconocerlo.
EliminarMuy buena tu entrada.
ResponderEliminarY sí, más de una vez me ha pasado que un libro no cumple lo que prometía y eso me frustra mucho. Lo único que se consigue así es que uno no quiera saber más de ese autor, o por lo menos que uno lo piense unas diez mil veces antes de darle otra oportunidad.
¡Saludos!
Es que uno ha de ser sincero, es la base de cualquier buena relación, inclusive la que se establece entre el lector y el autor.
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