Porque siempre es fácil poner excusas...
Escribir no siempre apetece, menos aún con este calor sofocante que soportamos (sobretodo aquellos que no hemos ido al Celsius este año), y en eso de buscarnos pretextos para no trabajar los juntaletras somos genios.
De hecho, lo hacemos con tanto talento que muchas veces incluso nos convencemos de que estamos sufriendo un bloqueo inexistente por medio de escusas y argumentos con los que nos auto-sugestionamos.
Con el fin de evitar que tu propia desidia te arrastre hacia el abandono de tus proyectos, permíteme que te presente la lista de las excusas recurrente y supuestos bloqueos a los que un escritor ha de hacer frente en su periplo por terminar una historia.
1. Todo es previsible y aburrido
Uno de los episodios más comunes de frustración escritoril es creer que aquello que estamos escribiendo peca de evidente: que se ve con neones lo que va a pasar.
Precibimos que nuestra historia, aquella que en un principio parecía la leche en vinagre, resulta que no solo peca de falta de originalidad, sino que es manida hasta el cansancio, y por lo tanto, previsible y aburrida para el lector potencial.
A lo largo del proceso de escritura es muy posible que un escritor deba enfrentarse a esta sensación en varias ocasiones, pues el hecho de conocer la historia y el destino de sus personajes hacen que nada de lo que escribe parezca sorprendente ni innovador.
Pero esta es la percepción del escritor, que escribe del mismo modo que un lector relee una novela: sabiendo lo que va a pasar y degustan los detalles, pero habiendo perdido la magia y la sorpresa de la primera lectura.
No debemos dejar que esta creencia nos ciegue, pues el hecho de conocer la trama y sus entresijos deja poco espacio a la sorpresa, pero eso no significa que el lector no vaya a poder maravillarse. A fin de cuenta, él no conocerá la historia hasta que la lea.
SOLUCIÓN:
Más que solución, es una estrategia preventiva que consiste en renunciar a ser un escritor de mapa excesivamente puntilloso; si das margen a la historia para que te sorprenda, la monotonía resultará menos acusada y evitarás sentirte aburrido.
Precibimos que nuestra historia, aquella que en un principio parecía la leche en vinagre, resulta que no solo peca de falta de originalidad, sino que es manida hasta el cansancio, y por lo tanto, previsible y aburrida para el lector potencial.
La novedad en tu novela es como el agua en el Atacama: inexistente |
A lo largo del proceso de escritura es muy posible que un escritor deba enfrentarse a esta sensación en varias ocasiones, pues el hecho de conocer la historia y el destino de sus personajes hacen que nada de lo que escribe parezca sorprendente ni innovador.
Pero esta es la percepción del escritor, que escribe del mismo modo que un lector relee una novela: sabiendo lo que va a pasar y degustan los detalles, pero habiendo perdido la magia y la sorpresa de la primera lectura.
No debemos dejar que esta creencia nos ciegue, pues el hecho de conocer la trama y sus entresijos deja poco espacio a la sorpresa, pero eso no significa que el lector no vaya a poder maravillarse. A fin de cuenta, él no conocerá la historia hasta que la lea.
SOLUCIÓN:
Más que solución, es una estrategia preventiva que consiste en renunciar a ser un escritor de mapa excesivamente puntilloso; si das margen a la historia para que te sorprenda, la monotonía resultará menos acusada y evitarás sentirte aburrido.
2. Principio de la innacción
Otro clásico es considerar que nuestra historia carece de interés por tratarse de una narración lineal que, a nuestros ojos, presenta el mismo aspecto que una estepa: una enorme extensión plana donde uno viaja sin altibajos.
Nuestra novela según nosotros: la estepa mongola |
Con esta consideración, opinamos que la novela que estamos gestando no aporta nada al lector por el hecho de no contar con con momentos suficientes de tensión o angustia que hagan que el lector se sienta interesado en proseguir con la lectura.
En los casos más extremos, uno llega a pensar que el páramo que está pariendo a golpe de tecla es poco menos que una lista de la compra versión extendida, y que no la vale la pena tirar tantas horas en algo tan aburrido.
Las obras más propensas a caer víctimas de este doloroso pero recurrente síndrome son, habitualmente, las novelas cortas o las historias cuya trama se centra en uno o dos hilos argumentales que van alternando.
El hecho de viajar constantemente al lado de un mismo personaje, hace que percibamos la historia como algo aburrido. Por suerte, esta suele ser una perspectiva equivocada fruto del aburrimiento personal.
Y así imaginas a los futuros lectores... |
Pasamos tantas horas hablando de un mismo personaje, conociendo en muchos casos cuál será su destino, que acabamos por saturarnos y traducir este hastío en la errónea idea de que nuestra historia carece de interés por monótona.
SOLUCIÓN:
Busca a un lector 0 al que no le hayas contado nada de la historia y déjale leer lo que llevas escrito. Si él no detecta esta falta de tensión que tú ves tan clara, felicidades: acabas de librarte del espejismo de una falsa innacción.
3. Todo está ya escrito
La tercera excusa se aferra a la creencia (no del todo errónea) de que ya todo está escrito y no hay nada sobre lo que no se haya reflexionado ya.
En la Biblioteca de Alejandría, ya había libros sobre TODO |
Bueno, siento comunicarte que eso es cierto. Sobretodo porque las pulsiones y las inquietudes humanas han sido las mismas desde el principio de los tiempos, de modo que nada sobre lo que se te puede ocurrir será un tema completamente virgen y desconocido. Es lo que hay.
Sin embargo, que los grandes temas como el amor, la muerte y la venganza estén más tocados ya que una camiseta en un mercadillo no significa que hayas perdido tu oportunidad de hablar y escribir sobre ellos.
De hecho, deberías hacerlo. Una vez cada diez años, además. ¿El motivo? Pues que los puntos de vista son como los culos, cada uno tiene el suyo, y al igual que el resto de partes de nuestro cuerpo, también las opiniones cambian y se transforman con el paso del tiempo.
SOLUCIÓN:
Hay que renunciar a ser un maestro descubridor, ese puesto ya se lo han ganado muchos otros antes que nosotros, y conformarse con ser un innovador. O al menos, en aportar nuestra propia visión sobre ese tema que nos quema en los dedos y nos morimos por teclear.
Con esta lista de excusas recurrentes no espero evitar que caigas en la tentación de tirar la toalla, sobretodo porque eso es algo inevitable contra lo que no se puede luchar y lograr erradicarlo para siempre.
A veces, un mal día, un periodo de tristeza prolongado, el malestar personal o el simple cansancio harán que desees renunciar, borrar todo lo que has escrito y olvidarte. Y tu deseo será absolutamente legítimo.
Sin embargo, te recomiendo que no te dejes cegar por él, y que en lugar de destruir, te alejes de lo que has creado. Tal vez más adelante lo veas desde otra óptica, o tal vez no y se vaya al diablo, pero al menos no tendrás que lamentar una pérdida irreparable.
Querer abandonar es normal y en absoluto censurable, pero te aseguro que no es para siempre. Y te lo dice alguien que ha estado (y que está ahora mismo) en uno de esos momentos en los que escribir supone un reto imposible.
¡Nos leemos! ^^
Has dado en el clavo totalmente xD He pecado de las tres excusas varias veces, pero siempre consigo forzarme a escribir y, curiosamente, esas veces que me he "forzado" a mí mismo son las que más y mejor escribo :P
ResponderEliminarGracias por otro post
Saludos!