El Efecto Rashomon


Hoy empiezo con una confesión: a mí las series policíacas me aburren mortalmente. Los libros no tanto, he disfrutado mucho con Agatha Christie. Pero las series...

Para mí son causa de sopor. Y no lo digo porque me parezcan todas iguales (que también). Ni por esa manía insufrible de meter subtrama romántica (que es un horror).

Lo digo porque la narrativa suele ser lineal. Del punto A al punto B sin jugar con nada. Eso es un verdadero desperdicio y algo que convendría evitar en las historias de cualquier género.

Así que, como el misterio y los giros de guión no son únicamente potestad de las novelas de intriga aquí vengo a ofrecer unos truquitos para hacer de la estructura narrativa algo más interesante.

Pero no me deis las gracias a mí, sino al Maestro Akira Kurosawa y a su película, Rashomon.


El efecto Rashomon que da título a este artículo es el modo técnico que recibe esa capacidad de explicar los hechos de forma subjetiva que todos tenemos.

Se usa en muchos ámbitos. Entre ellos, en el terreno del derecho cuando hay que referir el hecho de que dos testigos ofrezcan versiones opuestas de un mismo suceso.

Como habréis adivinado, dicho efecto recibe su nombre del film de Akira Kurosawa: Rashomon. Esta película trata sobre el asesinato de un samurái. 

Lo que la hace especial es que el suceso nos es contado a través de cuatro relatos: el del asesino, el de la esposa del samurái, el del propio difunto y el de un leñador que fue testigo. Cuatro versiones que se contradicen y que son a la vez completamente ciertas.

Escena de Rashomon (1950)

Cuando nosotros contamos una historia debemos tener presente que cada hecho que ocurra será percibido de forma distinta por los personajes involucrados.

Por ejemplo, si un hombre incendia un granero huyendo de los soldados, este hombre habrá obrado bien según su criterio. En cambio los soldados o el propietario del granero lo tendrán por un criminal y un pirómano.

Saber jugar con estas realidades contrapuestas nos puede ayudar a enriquecer nuestras historias. Y también a mantener la atención del lector. Porque cuando presentamos las cosas de forma lineal aburrimos a nuestro público (como me pasa a mí con las series de polis).

Existen varias formas de sacarle partido al efecto Rashomon y darle realismo y trasfondo a nuestra historia:


A) Jugar con los puntos de vista

Contar un mismo suceso desde ángulos distintos nos permite incidir en muchos aspectos del mismo. Además de construir un relato diverso e interpretable.

Esto permite a nuestro lector posicionarse. Pues del mismo modo que el público de Rashomon puede decantarse por una versión, también el lector podrá tomar partido por el testimonio que más le convenza.

Se trata de un recurso que funciona muy bien en historias largas, pues diversifica el relato. Además, otorgar a nuestra historia varios enfoques nos ayudará a poder mostrar mucha información que en un relato único se perdería.

Una pequeña muestra de facciones a las que adherirse

George R. R. Martin es un maestro en este campo. Su saga, Canción de Hielo y Fuego, está repleta de personajes que ofrecen su punto de vista sobre un suceso. Es potestad del lector dar crédito a la versión de unos o de otros para posicionarse respecto a un tema.

Además, tal y como pudo verse durante la Batalla del Aguasnegras, el contar con varios puntos de vista del mismo hecho nos permitió ser testigos (y obtener datos) de muchos acontecimientos que, de otro modo no habríamos podido conocer.


B) La información sesgada

Esta técnica es marca de la casa de cualquier buen novelista de misterio y asesinatos. Los detectives como Sherlock Holmes o Hercules Poirot se ven obligados a recabar información de sus casos interrogando a testigos.

Los testigos no siempre son imparciales. En el mejor de los casos se limitarán a dar evasivas. En el peor, puede que mientan o que hayan planeado una trampa para joder al prójimo y confundir al héroe.

Con Glokta ese truco no funciona...

La literatura de género no se libra de estas situaciones. Y salvo que se tenga a mano a Glokta (La Primera Ley) para interrogarles, es muy posible que tus personajes mientan u obvien datos.

Nuestros protagonistas pueden ser víctimas de una confesión falsa o de un testigo sesgado que, a mitad de la historia, les estalle en la cara y los deje desconcertados. A ellos y al lector que los está acompañando.

Esos testigos falsos pueden ser intencionados o por desconocimiento. Algunos personajes pueden dar datos equivocados porque así los obtuvieron o porque esa es su percepción de los mismos. De nuevo, el efecto Rashomon entra en escena.

Cuando escribimos no debemos olvidar que, como autores, nosotros conocemos todos los datos. O deberíamos, vaya. Planificar la trama es muy importante

En cualquier caso, conocer esos datos no nos obliga a vomitárselos todos fácilmente a nuestras creaciones. Hay que hacerlos sufrir. O como diría Jaume Vicent, joderles.


C) Engañados por el narrador

Cuando el narrador es omnisciente cuesta más jugar con la narrativa, pues este lo sabe todo. ¿Pero qué pasa cuando tenemos a un personaje como testigo?

Pues que las posibilidades de jugar con los lectores son casi infinitas. Y muy divertidas para el titiritero que maneja desde detrás el espectáculo. Sí, ese eres tú.

Cuando los hechos nos los cuenta un personaje estamos completamente en sus manos. Casi más que cuando hablamos de una historia con múltiples puntos de vista. Pues en este caso todo nos será contado desde esta particular visión de la historia.

John Watson y Sherlock Holmes

Podemos tener suerte y que nuestro narrador sea un hombre bastante sincero, como el doctor Watson, que en los episodios que nos cuenta tiende a mantener su imparcialidad y a compartir con nosotros todos sus datos.

Pero podemos no tener tanta suerte y acabar siendo conducidos a través de la historia por un personaje infame. Si este es el protagonista, podríamos cabalgar entre los delirios de un asesino que se presenta como un hombre perseguido. Y no darnos ni cuenta hasta el mismo epílogo.

Nadie podría acusarnos de mentir. A fin de cuentas, el personaje, como todo humano, está sujeto al efecto Rashomon y percibe la realidad a su particular manera.


Como veis, aprender del film del maestro Kurosawa nos abre una puerta a todo un universo de juegos narrativos para hacer nuestras historias aún más jugosas. ¿Cuántas versiones puedes obtener de un mismo suceso?


¡Nos leemos! ^^

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