Buenas a todos, queridos lectores. ¿Fue bien el Día del Libro? Espero que sí. Yo os subiré en breve un pequeño reportaje sobre mi experiencia firmando por primera vez en Barcelona.
Pero de momento, vamos con un macro-tutorial en varias partes, que sí que os gustan y que les soléis sacar todo el jugo. ¡Allá que vamos! ;)
Últimamente las novelas distópicas están en auge. Empezaron invadiendo en YA hará cosa de una década y ahora se han convertido en un pilar destacado de la literatura de género, cosa que ha promovido la reedición de muchas de estas obras escritas en el siglo pasado.
Pero de momento, vamos con un macro-tutorial en varias partes, que sí que os gustan y que les soléis sacar todo el jugo. ¡Allá que vamos! ;)
Últimamente las novelas distópicas están en auge. Empezaron invadiendo en YA hará cosa de una década y ahora se han convertido en un pilar destacado de la literatura de género, cosa que ha promovido la reedición de muchas de estas obras escritas en el siglo pasado.
El mejor ejemplo de esto lo vemos con la recuperación de la novela de Margaret Attwood, El cuento de la Criada, también adaptada a la pequeña pantalla y que día tras día suma más adeptos. Si queréis saber más, aquí os dejo la ficha de obra y autora que hicieron las amigas de La Nave Invisible.
La recuperación de este género literario, tan prolífico durante el siglo XX, va vinculada al panorama de cambio que vivimos en la actualidad. La sociedad denuncia aquello que no le agrada y nos advierte a través de estas historias del terrible futuro que nos aguarda si no viramos el rumbo.
Escrita en 1985 y aterradoramente plausible aún en 2018 |
La recuperación de este género literario, tan prolífico durante el siglo XX, va vinculada al panorama de cambio que vivimos en la actualidad. La sociedad denuncia aquello que no le agrada y nos advierte a través de estas historias del terrible futuro que nos aguarda si no viramos el rumbo.
No importa si eres fan de Orwell, de Huxley o de los nuevos autores. La distopía ha vuelto para quedarse y reclamar el merecido lugar que le corresponde dentro de la literatura de género y de las novelas de especulación.
Pero construir una distopía no siempre es sencillo. No en vano, debemos crear una sociedad desde cero y al tiempo que la hacemos sostenible, debemos imbuirla de esa aura terrible que haga desear al lector no terminar viviendo en ella bajo ninguna circunstancia.
Así pues, en el artículo de hoy aprenderemos cómo construir una sociedad distópica y aterradora desde la base. Y de paso, comentaremos algunas de las novelas más famosas de este género, para que ampliéis la lista de lecturas ;)
Antes de entrar en materia plenamente me gustaría haceros un par de apuntes que creo que son importantes.
En primer lugar, avisaros de que los ejemplos que voy a dar sobre los aspectos planteados se basarán en ambientaciones futuristas, muy propias de las distopías. Pero eso no significa que no puedan adaptarse cualquiera de las claves que voy a dar a una ambientación distinta. Por ejemplo, un mundo medieval.
Como siempre os digo, el límite lo ponéis vosotros y vuestra imaginación.
En segundo lugar, deciros que el artículo que os disponéis a leer es extensivo (y por tanto, laaaargo como un día sin pan). Lo digo para que antes de poneros a leer vayáis a buscar un refrigerio, por si os entra hambre.
¿Lo tenéis ya? Bien, en ese caso ya podemos lanzarnos a descubrir el mágico y terrible mundo de las distopías ;)
En primer lugar, avisaros de que los ejemplos que voy a dar sobre los aspectos planteados se basarán en ambientaciones futuristas, muy propias de las distopías. Pero eso no significa que no puedan adaptarse cualquiera de las claves que voy a dar a una ambientación distinta. Por ejemplo, un mundo medieval.
Como siempre os digo, el límite lo ponéis vosotros y vuestra imaginación.
En segundo lugar, deciros que el artículo que os disponéis a leer es extensivo (y por tanto, laaaargo como un día sin pan). Lo digo para que antes de poneros a leer vayáis a buscar un refrigerio, por si os entra hambre.
¿Lo tenéis ya? Bien, en ese caso ya podemos lanzarnos a descubrir el mágico y terrible mundo de las distopías ;)
1. Un sistema de gobierno bien cimentado
Para que una distopía pueda desarrollarse plenamente y dar auténtico miedo, es necesario que el modelo social se sustente en unas bases firmes y herméticas que faciliten su funcionamiento y su perpetuación en el tiempo.
Es por eso que en la mayoría de novelas de este género, el poder está en manos de un cuerpo de gobierno rígido, totalitario y bien estructurado.
Habitualmente, el poder residen en manos de una cabeza pensante, un líder carismático que ejerce como poder supremo dentro del gobierno. Este podría ser, por ejemplo, El Gran Hermano que describió Orwell en 1984.
La cabeza y sus órganos |
Alrededor de este gobernante fuerte se desarrollan una serie de instituciones y organismos que actúan como satélites de dicho líder, ejecutando sus órdenes y ayudando a mantener en funcionamiento y bajo control en territorio y la población a la que gobiernan.
En la novela gráfica V de Vendetta, estos organismos o ministerios toman el nombre de partes del cuerpo. Dado que este sistema es de los más explícitos, permitidme que lo tome como referencia para describir un sistema de gobierno básico:
La cabeza: El líder supremo.
La boca: Los medios de comunicación.
El ojo y el oído: Sistemas de vigilancia.
La nariz: La policía y los cuerpos de seguridad.
La mano: Las unidades defensivas (ejército y antidisturbios).
Todos estos organismos deben actuar como una unidad para dar como resultado un gobierno fuerte que sustente al régimen distópico. Dado que controlan la totalidad del sistema, es prácticamente imposible escapar de ellos.
Pero que la disidencia sea difícil no significa que no pueda existir (si no, vaya gracia tendrían las distopías). Y de hecho, es importante que haya oposición para que el régimen se sustente. Suena contradictorio, lo sé. Pero lo vais a entender en seguida ;)
2. Un objetivo a abatir a cualquier precio
Como hemos visto en el apartado anterior, los gobiernos distópicos precisan para mantenerse de un control opresivo y absoluto de la sociedad sobre la que gobiernan. Su fuerza no radica en la jerarquía, sino en el poder efectivo sobre la ciudadanía.
Esta actitud puede ser percibida como amenazante por los gobernados, cosa que pondría en peligro la supervivencia de dicho gobierno si esta percepción se convierte en mayoritaria. Así pues, los poderes estatales deben hallar modos de evitar los posibles levantamientos a toda costa alimentando dos ideas principales: unidad y seguridad.
Para que una régimen distópico funcione correctamente debe fomentar la cohesión social y el sentimiento de pertenencia a un colectivo mayoritario que, además, es depositario de la razón y la manera "correcta" de proceder.
El gobierno de una distopía tiene la obligación de inculcar en sus ciudadanos estas ideas y de hacerles sentir en todo momento que son una unidad. Y el mejor modo de hacerlo es enfrentar a la ciudadanía ante la otredad.
Los gobiernos distópicos buscan un "otro" que les ayude a reforzar la idea de unidad y pertenencia. Para que exista un nosotros, a la fuerza debe existir un ellos. Y este ellos deberá ser retratado en todo momento como un agente del caos y como una amenaza al colectivo.
Habitualmente, este otro suele ser una persona o colectivo que diverge del pensamiento unitario. Es puramente aleatorio. La llamada disidencia o espíritu crítico que enfrenta las decisiones del gobierno porque no las considera justas o porque las perciben como perjudiciales para la sociedad.
Pero la existencia de un grupo disidente no es suficiente para crear la idea del nosotros. Es necesario demonizar a este "otro" para que sea percibido realmente como una amenaza contra la que la sociedad debe hermanarse y luchar hasta erradicarla para seguir estando a salvo.
Para ello, se aplicará lo que se conoce como el principio de simplificación y del enemigo único. Esto consiste en individualizar al enemigo, sea señalando como responsable a una única persona o a un grupo reducido sobre el que se verterán ríos de tinta señalando sus faltas y crímenes.
De hecho, en la figura de este enemigo único se acabarán agrupando todos aquellos colectivos o grupos que se perciban como problemáticos para el gobierno. Esto es lo que se denomina principio de método de contagio y su objetivo es que la diversidad en la oposición desaparezca.
Por poner un ejemplo sencillo, en una protesta ciudadana que agrupase a varios colectivos (feministas, ecologistas, pensionistas, sindicalistas... etc.) un gobierno distópico solo vería una masa unitaria llamada "los protestantes".
Con este objetivo, en la disidencia se retratan todos aquellos valores que son percibidos como nocivos por la sociedad: se los retrata como peligrosos, agresivos, insolidarios, malvados, crueles... Cualquier epíteto negativo es adecuado.
Aquí entra en juego el llamado principio de transfusión. Este dice que para hacer nacer en los ciudadanos la sospecha hacia el otro, es necesario apuntalar este odio con tópicos conocidos por todos, que serán ahora dados por ciertos.
Esta idea sobre la malignidad del otro debe repetirse hasta la saciedad para que cale hondo en la sociedad. Y en esta compleja tarea el gobierno distópico precisa de la colaboración de ciertos organismos. ¿Os acordáis de la boca? ^^
Como hemos visto en el apartado anterior, los gobiernos distópicos precisan para mantenerse de un control opresivo y absoluto de la sociedad sobre la que gobiernan. Su fuerza no radica en la jerarquía, sino en el poder efectivo sobre la ciudadanía.
Esta actitud puede ser percibida como amenazante por los gobernados, cosa que pondría en peligro la supervivencia de dicho gobierno si esta percepción se convierte en mayoritaria. Así pues, los poderes estatales deben hallar modos de evitar los posibles levantamientos a toda costa alimentando dos ideas principales: unidad y seguridad.
Para que una régimen distópico funcione correctamente debe fomentar la cohesión social y el sentimiento de pertenencia a un colectivo mayoritario que, además, es depositario de la razón y la manera "correcta" de proceder.
El gobierno de una distopía tiene la obligación de inculcar en sus ciudadanos estas ideas y de hacerles sentir en todo momento que son una unidad. Y el mejor modo de hacerlo es enfrentar a la ciudadanía ante la otredad.
Los gobiernos distópicos buscan un "otro" que les ayude a reforzar la idea de unidad y pertenencia. Para que exista un nosotros, a la fuerza debe existir un ellos. Y este ellos deberá ser retratado en todo momento como un agente del caos y como una amenaza al colectivo.
Habitualmente, este otro suele ser una persona o colectivo que diverge del pensamiento unitario. Es puramente aleatorio. La llamada disidencia o espíritu crítico que enfrenta las decisiones del gobierno porque no las considera justas o porque las perciben como perjudiciales para la sociedad.
Pero la existencia de un grupo disidente no es suficiente para crear la idea del nosotros. Es necesario demonizar a este "otro" para que sea percibido realmente como una amenaza contra la que la sociedad debe hermanarse y luchar hasta erradicarla para seguir estando a salvo.
Para ello, se aplicará lo que se conoce como el principio de simplificación y del enemigo único. Esto consiste en individualizar al enemigo, sea señalando como responsable a una única persona o a un grupo reducido sobre el que se verterán ríos de tinta señalando sus faltas y crímenes.
Un chivo expiatorio hacia el que dirigir la ira social |
De hecho, en la figura de este enemigo único se acabarán agrupando todos aquellos colectivos o grupos que se perciban como problemáticos para el gobierno. Esto es lo que se denomina principio de método de contagio y su objetivo es que la diversidad en la oposición desaparezca.
Por poner un ejemplo sencillo, en una protesta ciudadana que agrupase a varios colectivos (feministas, ecologistas, pensionistas, sindicalistas... etc.) un gobierno distópico solo vería una masa unitaria llamada "los protestantes".
Con este objetivo, en la disidencia se retratan todos aquellos valores que son percibidos como nocivos por la sociedad: se los retrata como peligrosos, agresivos, insolidarios, malvados, crueles... Cualquier epíteto negativo es adecuado.
Aquí entra en juego el llamado principio de transfusión. Este dice que para hacer nacer en los ciudadanos la sospecha hacia el otro, es necesario apuntalar este odio con tópicos conocidos por todos, que serán ahora dados por ciertos.
Esta idea sobre la malignidad del otro debe repetirse hasta la saciedad para que cale hondo en la sociedad. Y en esta compleja tarea el gobierno distópico precisa de la colaboración de ciertos organismos. ¿Os acordáis de la boca? ^^
3. El papel de los medios
Los medios de comunicación se convierte en un elemento crucial para el mantenimiento del régimen distópico, ya que funcionarán como altavoz del mismo ante la sociedad.
Volviendo al ejemplo de V de Vendetta, la boca (TV) servía como canal de comunicación entre la sociedad y el canciller del Nuevo Orden. Voces carismáticas que coreaban las consignas dictadas desde el gobierno para dirigir la opinión pública y moldear el pensamiento.
Contar con el apoyo de los medios es imprescindible para que un gobierno distópico se sustente, ya que solo a través de ellos puede hacer llegar su mensaje a la población sobre la que gobierna.
Los medios, convertidos en herramientas de propaganda, son determinantes en la creación del sentimiento de unidad y de oposición al disidente. Para ello, llevan a cabo una serie de prácticas terribles que tiene como objetivo causar el mayor impacto posible en la población:
Principio de transposición
Una vez el enemigo ya ha sido individualizado y acotado, se cargan sobre él todos los errores que haya podido cometer el régimen distópico mientras se esfuerzan por tapar cualquier éxito del rival a abatir.
Con este objetivo, los logros del otro son sistemáticamente cubiertos con otras noticias de naturaleza polémica, que servirán de patalla y mantendrán entretenida a la población mientras las instituciones de gobierno planean el modo de hacer frente al rival.
A este acto de maquillar la realidad para obviar cualquier información que favorezca a la imagen del otro también se la conoce como principio de la silenciación.
Principio de exageración y desfiguración
Cuando la idea del otro ya está definida, es preciso hacer que la sociedad lo perciba como una amenaza real y constante. Esto es posible tergiversando la información, convirtiendo cualquier anécdota en un suceso de extrema gravedad y de profundo interés social.
Así, algo tan insignificante como por ejemplo el haber colgado una pancarta en un balcón o comer pipas de una determinada manera, se convierten en un acto atroz y deleznable sobre el que puede hablarse durante semanas.
Cuando la exageración por sí sola no es suficiente, se aplica una desfiguración de la realidad narrada. O sea, se dan detalles fragmentarios sobre el suceso en cuestión y se revisten de un tono de alarma que se consigue mediante una sintaxis agresiva y destinada a sembrar el miedo.
Es decir: la presentación de los hechos se amolda al relato oficial que llega desde el estado, que debe presentarse siempre como el héroe o la víctima de las acciones emprendidas por el otro.
Principio de vulgaricación
Uno de los pilares para que la idea de otredad cale en la población para que esta pueda percibirla como un peligro es hacer llegar el discurso estatal al mayor número de personas posibles y presentarlo de forma comprensible.
Los medios adecuan el lenguaje al nivel más primario con el fin de hacer entendibles los mensajes que transmiten para el mayor número de personas. En resumen: los hechos se exponen de modo que hasta el más inepto de los ciudadanos pueda comprenderlos sin esfuerzo.
Esto facilita la adopción de las ideas transmitidas y permite que a su vez estas circulen con mayor fluidez, convirtiéndose en tema de conversación recurrente entre todos los estratos sociales de la población.
Principios de orquestración y de renovación
Cuando la realidad no basta para complacer a las necesidades del estado, las noticias que expenden los medios, lejos de ser una cobertura de los hechos, pasan a ser un alegato escrito por el propio gobierno. Hablando claro: las noticias se inventan.
Será el ejecutivo gubernamental quien dicte las noticias para que sean posteriormente transmitidas a través de dichos medios. A su vez, estos las repetirán de forma reiterada hasta que la construcción del relato se convierta en realidad.
Esto queda muy bien resumido en la siguiente frase: "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad".
Una de las características principales de estas fake news es que están regidas por el principio de verosimilitud. O lo que viene a ser lo mismo; por la construcción de las noticias en base a información fragmentaria. De un mismo comentario, nacen decenas de noticias derivadas e hinchadas con datos falsos.
Pero una mentira por sí sola poco puede aportar si el opositor es capaz de rebatirla. Aquí es donde entra en juego el principio de renovación: las noticias falsas deben sucederse a tal velocidad que al enemigo no le de tiempo a darles respuesta, quedando así desacreditado.
Como resultado, la imagen del otro cada vez está más deteriorada y la percepción del mismo como una amenaza (o el legítimo blanco de la ira social) cada vez gana más adeptos. Pero este sistema por sí solo no es suficiente para deslegitimar por entero al rival. Hace falta más ^^
Principio de unanimidad
En esta fase es cuando los medios venden por primera vez el deseo del gobierno distópico de aunar a la población frente a una causa común previamente inventada (la lucha contra el otro).
Para ello, se aporta a los individuos datos que los lleven a entender que su modo de pensar es el mayoritario. Esto se consigue presentando estadísticas falseadas y encuestas de opinión construidas por el propio gobierno.
Así, la idea de que el pensamiento mayoritario es el aportado por el gobierno se convierte en realidad. Porque claro, en todo lo que hemos dicho hasta ahora se presupone una confianza de la población hacia los medios. ¿Para qué iba a engañarnos la prensa, no? ;)
De hecho, al negar a la población la posibilidad de conocer la realidad de este supuesto otro o sus argumentos, convencerle de que odiarles es coherente y lo que hace todo el mundo no cuesta tanto. Es un juego de niños.
Esto puede verse muy claramente en la saga de The Hunger Games, donde la sociedad del Capitolio ignora por completo la realidad o el pensamiento de los distritos. Para ellos, la verdad es la que se les vende a través de las pantallas y de los discursos de su Presidente (otro Big Brother Orwelliano).
Brutal el poder de los medios, ¿no os parece? Aunque claro, ¿de verdad se bastan ellos solos y el gobierno para dominar en una sociedad distópica? ¿O acaso existen otros agentes que trabaján (a veces sin saberlo) para el gobierno?
Son unas preguntas la mar de interesantes. Lástima la respuesta a todas ellas no la obtendréis hasta la próxima entrega. Tendréis que esperar un poco, lo siento ^^'
Antes de despedirme, no obstante, me gustaría dejar un par de datos extra para los curiosos. Ahí van:
Los principios que se van citando a lo largo del artículo salen directamente de los once principios de la propaganda de Goebbels, desarrollados para convencer a la población alemana de que Adolf Hitler y sus políticas eran la opción correcta.
Aplicados de un modo impecable, estos principios lograron que gran parte de la población alemana apoyase la causa nazi, aunque esta supusiera el exterminio indiscriminado de millones de personas y la huida masiva de otras tantas.
Es un breve apunte histórico, pero quería dejar constancia de él. En otro post hablé sobre cómo podemos usar la historia como fuente de inspiración y este macabro ejemplo es uno de los más claros que puedo poneros.
Pero no es el único. De modo que os invito a dejar en los comentarios qué otros episodios históricos creéis que pueden aplicarse a una novela distópica. Así los podremos comentar en la siguiente entrega.
¡Nos leemos! ^^
Los medios de comunicación se convierte en un elemento crucial para el mantenimiento del régimen distópico, ya que funcionarán como altavoz del mismo ante la sociedad.
Volviendo al ejemplo de V de Vendetta, la boca (TV) servía como canal de comunicación entre la sociedad y el canciller del Nuevo Orden. Voces carismáticas que coreaban las consignas dictadas desde el gobierno para dirigir la opinión pública y moldear el pensamiento.
Ración diaria de la voz del Beloved Leader en tu pantalla |
Contar con el apoyo de los medios es imprescindible para que un gobierno distópico se sustente, ya que solo a través de ellos puede hacer llegar su mensaje a la población sobre la que gobierna.
Los medios, convertidos en herramientas de propaganda, son determinantes en la creación del sentimiento de unidad y de oposición al disidente. Para ello, llevan a cabo una serie de prácticas terribles que tiene como objetivo causar el mayor impacto posible en la población:
Principio de transposición
Una vez el enemigo ya ha sido individualizado y acotado, se cargan sobre él todos los errores que haya podido cometer el régimen distópico mientras se esfuerzan por tapar cualquier éxito del rival a abatir.
Con este objetivo, los logros del otro son sistemáticamente cubiertos con otras noticias de naturaleza polémica, que servirán de patalla y mantendrán entretenida a la población mientras las instituciones de gobierno planean el modo de hacer frente al rival.
A este acto de maquillar la realidad para obviar cualquier información que favorezca a la imagen del otro también se la conoce como principio de la silenciación.
Principio de exageración y desfiguración
Cuando la idea del otro ya está definida, es preciso hacer que la sociedad lo perciba como una amenaza real y constante. Esto es posible tergiversando la información, convirtiendo cualquier anécdota en un suceso de extrema gravedad y de profundo interés social.
Así, algo tan insignificante como por ejemplo el haber colgado una pancarta en un balcón o comer pipas de una determinada manera, se convierten en un acto atroz y deleznable sobre el que puede hablarse durante semanas.
Cuando la exageración por sí sola no es suficiente, se aplica una desfiguración de la realidad narrada. O sea, se dan detalles fragmentarios sobre el suceso en cuestión y se revisten de un tono de alarma que se consigue mediante una sintaxis agresiva y destinada a sembrar el miedo.
Es decir: la presentación de los hechos se amolda al relato oficial que llega desde el estado, que debe presentarse siempre como el héroe o la víctima de las acciones emprendidas por el otro.
Principio de vulgaricación
Uno de los pilares para que la idea de otredad cale en la población para que esta pueda percibirla como un peligro es hacer llegar el discurso estatal al mayor número de personas posibles y presentarlo de forma comprensible.
Los medios adecuan el lenguaje al nivel más primario con el fin de hacer entendibles los mensajes que transmiten para el mayor número de personas. En resumen: los hechos se exponen de modo que hasta el más inepto de los ciudadanos pueda comprenderlos sin esfuerzo.
Población convertida en loritos amaestrados que repiten sin cesar |
Esto facilita la adopción de las ideas transmitidas y permite que a su vez estas circulen con mayor fluidez, convirtiéndose en tema de conversación recurrente entre todos los estratos sociales de la población.
Principios de orquestración y de renovación
Cuando la realidad no basta para complacer a las necesidades del estado, las noticias que expenden los medios, lejos de ser una cobertura de los hechos, pasan a ser un alegato escrito por el propio gobierno. Hablando claro: las noticias se inventan.
Será el ejecutivo gubernamental quien dicte las noticias para que sean posteriormente transmitidas a través de dichos medios. A su vez, estos las repetirán de forma reiterada hasta que la construcción del relato se convierta en realidad.
Esto queda muy bien resumido en la siguiente frase: "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad".
Una de las características principales de estas fake news es que están regidas por el principio de verosimilitud. O lo que viene a ser lo mismo; por la construcción de las noticias en base a información fragmentaria. De un mismo comentario, nacen decenas de noticias derivadas e hinchadas con datos falsos.
Pero una mentira por sí sola poco puede aportar si el opositor es capaz de rebatirla. Aquí es donde entra en juego el principio de renovación: las noticias falsas deben sucederse a tal velocidad que al enemigo no le de tiempo a darles respuesta, quedando así desacreditado.
Como resultado, la imagen del otro cada vez está más deteriorada y la percepción del mismo como una amenaza (o el legítimo blanco de la ira social) cada vez gana más adeptos. Pero este sistema por sí solo no es suficiente para deslegitimar por entero al rival. Hace falta más ^^
Principio de unanimidad
En esta fase es cuando los medios venden por primera vez el deseo del gobierno distópico de aunar a la población frente a una causa común previamente inventada (la lucha contra el otro).
Para ello, se aporta a los individuos datos que los lleven a entender que su modo de pensar es el mayoritario. Esto se consigue presentando estadísticas falseadas y encuestas de opinión construidas por el propio gobierno.
Nadie en el Capitolio conoce realmente a los distritos |
Así, la idea de que el pensamiento mayoritario es el aportado por el gobierno se convierte en realidad. Porque claro, en todo lo que hemos dicho hasta ahora se presupone una confianza de la población hacia los medios. ¿Para qué iba a engañarnos la prensa, no? ;)
De hecho, al negar a la población la posibilidad de conocer la realidad de este supuesto otro o sus argumentos, convencerle de que odiarles es coherente y lo que hace todo el mundo no cuesta tanto. Es un juego de niños.
Esto puede verse muy claramente en la saga de The Hunger Games, donde la sociedad del Capitolio ignora por completo la realidad o el pensamiento de los distritos. Para ellos, la verdad es la que se les vende a través de las pantallas y de los discursos de su Presidente (otro Big Brother Orwelliano).
Brutal el poder de los medios, ¿no os parece? Aunque claro, ¿de verdad se bastan ellos solos y el gobierno para dominar en una sociedad distópica? ¿O acaso existen otros agentes que trabaján (a veces sin saberlo) para el gobierno?
Son unas preguntas la mar de interesantes. Lástima la respuesta a todas ellas no la obtendréis hasta la próxima entrega. Tendréis que esperar un poco, lo siento ^^'
Antes de despedirme, no obstante, me gustaría dejar un par de datos extra para los curiosos. Ahí van:
Los principios que se van citando a lo largo del artículo salen directamente de los once principios de la propaganda de Goebbels, desarrollados para convencer a la población alemana de que Adolf Hitler y sus políticas eran la opción correcta.
Aplicados de un modo impecable, estos principios lograron que gran parte de la población alemana apoyase la causa nazi, aunque esta supusiera el exterminio indiscriminado de millones de personas y la huida masiva de otras tantas.
Es un breve apunte histórico, pero quería dejar constancia de él. En otro post hablé sobre cómo podemos usar la historia como fuente de inspiración y este macabro ejemplo es uno de los más claros que puedo poneros.
Pero no es el único. De modo que os invito a dejar en los comentarios qué otros episodios históricos creéis que pueden aplicarse a una novela distópica. Así los podremos comentar en la siguiente entrega.
¡Nos leemos! ^^
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