Reseña: El Arcano y el Jilguero (+ análisis)

¿Elegir el mal menor te hace un monstruo?



BÁSICO

Título: El Arcano y el Jilguero
Editorial: Ediciones El Transbordador
Autor: Ferran Varela

EDICIÓN

Formato: Rústica con solapas
Nº de páginas: 374
Año de edición: 2019
Precio de compra: 23€
(puedes adquirirlo aquí)

PUNTUACIÓN: 4/5 



Ferran Varela sigue apostando por la fantasía oscura. Tras el éxito de la breve pero intensa La danza del gohut, vuelve a la carga con su primera novela extensa, El Arcano y el Jilguero, editada también por Ediciones El Transbordador.


La historia, narrada en primera persona, nos cuenta el periplo de Mezen el Ariete por las tierras de Hann, un territorio compuesto por ciudades-estado que tratan de resistirse al avance del Imperio leenero.

Mezen es un Arcano del Tormento: un ser demoníaco que se nutre del sufrimiento humano. O al menos esa es la imagen que proyecta al mundo. Oculto tras la apariencia de esta criatura inmortal, Mezen ejerce como torturador al servicio del emperador Seedven.

Su objetivo es claro: debe rendir las ciudades asediadas por el Imperio valiéndose del miedo que  sus técnicas causan en la población. Y cuando toda Hann haya caído, entonces se vengará de Seedven y le dará muerte.



Mezen es un personaje torturado por su pasado y por su presente. Un hombre que debe recordarse a diario que sigue siendo una buena persona y que las muertes que ejecuta son en pro de un bien mayor. Matar a uno para salvar a cien.

Pero a menudo ni siquiera sus principios le bastan para justificarse. No puede negar su naturaleza monstruosa, esa que le impele a seguir a las órdenes del despótico emperador mientras trata de salvar vidas.

En uno de estos momentos de duda se encuentra con Nara, una muchacha huérfana que ha visto lo que hay más allá de la máscara del demonio. Por primera vez en mucho tiempo, Mezen encuentra con alguien que le trata como a un ser humano. Y esto le llevará a plantearse muchas cosas.

A lo largo de las casi cuatrocientas páginas de esta novela, recorreremos el cruel mundo de Hann. Seremos testigos de la dureza de este universo medieval, plagado de criaturas fantásticas y dioses déspotas. Y también sufriremos a través de los ojos de Mezen con las más ruines manifestaciones de la bajeza humana.

A pesar de estar construida como un largo monólogo, el autor logra atraparnos con su prosa adictiva. Y así, entre reflexiones, batallas y leyendas, cabalgaremos por un mundo que Ferran Varela ha construido con mimo.



Pero no solo la historia es hermosa. La novela ha sido impresa en una edición muy cuidada. Los capítulos abren con ilustraciones que enmarcan el texto. También incluye un mapa en el interior, imprescindible para ubicarse en Hann. 

Cuenta además con prólogo de Antonio Torrubia, el Librero del Mal y un posfacio realizado por Daniel Garrido, responsable del blog El Caballero del Árbol Sonriente.

Así pues, si gustáis de historias cruentas que inviten a la reflexión sobre la naturaleza humana, El Arcano y el Jilguero es una historia que no os decepcionará.

Eso sí, ni se os ocurra empezar con esta novela en un trayecto en transporte público. Porque lo más posible es que os paséis de parada por no ser capaces de cerrar el libro.

Por si aún no estáis convencidos, sabed que podéis disfrutar del primer capítulo en Lektu totalmente gratis ^^




Análisis de la obra

Dada la riqueza en cuanto a la construcción del mundo, he considerado interesante analizar algunos de los aspectos presentes en El Arcano y el Jilguero.

La lectura del análisis no es recomendada si no habéis leído el libro por la cantidad de datos sobre la trama que se revelan en él. Si ya habéis gozado con esta lectura, sentaos y disfrutad de este paseo por Hann.



SPOILER ALERT


Escenarios y paisaje

Lo primero que llama la atención de un lector que se sumerja en las tierras de Hann es la diversidad de paisajes y culturas que lo pueblan. O poblaban, depende del caso.

Mezen y Nara recorren juntos desde páramos helados a grandes estepas, densos bosques e incluso mares salvajes. Al tratarse de una novela de viajes, no sorprende que el autor utilice el periplo de el Ariete para mostrarnos su mundo.




Las ciudades se deslizan sobre espacios naturales con suavidad, permitiéndonos dibujar cada recodo en el tortuoso camino de los personajes.

En sus descripciones del entorno se muestra aquello que muchos lectores han resaltado ya. Los escenarios se describen con un lirismo que recuerda a las novelas de Patrick Rothfuss. Y no será el único guiño al autor que encontraremos en la novela.

De hecho, el otro gran campo en el que Ferran Varela nos deleita con su lirismo narrativo son los numerosos fragmentos dedicados a la mitología.


Cultura

Los mitos y leyendas tienen un gran peso en El Arcano y el Jilguero. De hecho, el propio Mezen se caracteriza con los atributos propios de uno de estos seres mitológicos, los demoníacos Arcanos del Tormento.

En el mundo de Hann vemos como la cultura predominante es la del Imperio. Sabemos por Mezen que esto no ha sido siempre así. Antaño, cada ciudad-estado veneraba a sus dioses y creía en sus propias leyendas.

Ahora muchas de ellas se han perdido completamente. Bien por la asimilación cultural fruto de la conquista, bien por el exterminio de todos sus practicantes. Y las que sobreviven se encuentran reducidas a notas al pie en tratados de historiadores presuntuosos.

Ferran Varela nos muestra parte de estas culturas a través de los fragmentos que Mezen lee o ha leído en los libros a lo largo de su vida. Se trata de un modo muy inteligente de presentar las pinceladas de lo que se adivina como un gran trabajo de worldbuilding por parte del autor.



Pero la muestra de estos mitos y leyendas posee un objetivo dentro de la trama. La cultura es la herramienta de Mezen para someter a las ciudades. Conoce sus mitos y apela a sus dioses ancestrales para convencer a los resistentes de unirse al Imperio. A menudo, haciendo pasar sus actos como muestras de la voluntad divina.

Podría pensarse entonces que todo el peso mitológico lo tienen las culturas casi extintas de Hann. Sin embargo, es la mitología y religión imperial la que domina por completo en El Arcano y el Jilguero

De hecho, el autor le dedica un capítulo entero solo a ella, aprovechando que Mezen está contándole un cuento a Nara para hablarnos sobre las deidades leeneras.

Así conocemos a Varsee, dios creador y polígamo. Y también a sus concubinas, las cuatro diosas a las que se consagran las lunas, la tierra y el mundo onírico.

Pero no solo de deidades nos hablan los personajes. A través de sus bocas conocemos también canciones, dichos populares y refranes que enriquecen el worldbuilding.

Es a través de estos relatos y fragmentos de historias que vamos entendiendo no solo cómo es la religión imperial, sino también cuál es su estructura social.


Estructura social

En el mundo de El Arcano y el Jilguero nos encontramos con una sociedad bien organizada. Y si bien no tenemos oportunidad de explorarla completamente, los retazos que vemos permiten adivinar una estructura consolidada.

El imperio leenero es centralista y está regido con puño de hierro por el emperador Seedven. Procede este de un antiguo linaje de conquistadores, cuyas hazañas quedan patentes en los juramentos de los soldados. Y también en el cuño de las monedas.


El Liche es la muerte sin duelo,

La Quimera, aguja y veneno,

El Hipocampo es de olas y sal,
El Ziz son dos alas de fuego,
El Basilisco, uñas y cieno,
Y el Gólem es piedra y metal.

A él le sirven poderosos ejércitos, divididos en seis tropas lideradas por uno de los seis antiguos clanes patricios. Al margen de ellos, el emperador tiene a su servicio a los cinco Altos Oficiales (Mezen entre ellos), que funcionan de forma casi autónoma.

Y digo casi porque todos ellos están sujetos a la voluntad del emperador y bajo la supervisión de Zein la Cadena. Este inquietante personaje, cuyo rostro permanece oculto tras una máscara y de quien ni siquiera conocemos la voz real es el heraldo del emperador.

Muy pronto se convertirá en uno de los principales escollos para Mezen y Nara al sospechar que el Ariete se está desviando del camino marcado. Con todo, no es ni de lejos el más terrible de los Altos Oficiales.

Este título lo ostenta por derecho Fura, la Cicatriz. Se trata de la mejor espadachina del Imperio y una devota seguidora del emperador. También de la guerrera más astuta y despiadada que tenemos el placer de contemplar en la novela. 

A raíz de su existencia, se plantea una extraña contradicción sobre el funcionamiento del mundo de Ferran Varela.

Sorprende que en un imperio donde las mujeres ostentan cargos de tanto calado como el de Fura sin que esto cause sorpresa a ningún personaje, estas sigan siendo víctimas preferentes de agresiones sexuales

Mientras que los hombres son torturados, a las mujeres y niñas se las viola en casi todos los casos. Incluso la misma Nara es víctima reiterada de un grupo de violadores.

Sorprende este trato misógino en un mundo que, si bien cruel, acepta sin reparos el papel de la mujer como guerrera o alto cargo. ¿Cómo es posible que en un lugar donde Fura es Alta Oficial o Loria ejerce de Capitana la mujer siga siendo reducida a ser un mero objeto sexual?

El autor no ha sido innovador en este campo y esto ha dado lugar a tamaña contradicción que, al menos para mí, supone un punto negativo. La visión machista no concuerda con la realidad que viven los personajes. Había otros modos de mostrar la crueldad del mundo de Hann apostando por la teórica paridad que lo rige al menos a nivel institucional.


Personajes

No podría cerrarse este análisis sin hablar de personajes. Y especialmente del protagonista de esta historia, ya que al ser también su narrador lo "contamina" todo con su percepción.

A pesar de que se trata de una novela de longitud modesta, el elenco que se nos presenta en El Arcano y el Jilguero es tan amplio como diverso.

A parte de los ya mencionados Altos Oficiales, Mezen se encuentra en su periplo con numerosos personajes de intenciones diversas y carácter variable.

Alguno de ellos le acompañan desde el primer capítulo, como ocurre con Susurro, su amado caballo. Otros protagonizan apenas un breve encuentro en el largo camino de Mezen, como sucede con la capitana Loria y sus hombres. Y aún existe un nutrido grupo que habita solo en los tormentosos recuerdos del protagonista.



Con todo, Mezen sigue siendo de lejos el más destacable de ellos. Es un personaje complejo, astuto y con un punto sádico que se niega a sí mismo.

A lo largo de la narración se recrea en sus divagaciones y manifiesta pensamientos obsesivos. Su pasado la atormenta y las acciones del presente no lo dejan descansar en paz. 

A veces, estas reflexiones, por se tan reiterativas y constantes, llegan a hacerse cargantes para el lector a pesar de que suman realismo y verosimilitud al Mezen.

El personaje guarda ciertos paralelismos con Kvothe, protagonista de la obra de Rothfuss. Si bien de momento, parece que el bueno de Mezen no despierta tantas cascadas de amor y odio como él.

Al igual que el protagonista de El Nombre del Viento, también Mezen proviene de un pueblo de actores y artistas. Eso explica su talento a la hora de interpretar a un Arcano del Tormento y también para engañar a otros personajes.

También comparte con Kvothe su fascinación por una mujer. En este caso, con Vera. Pero el romance de Mezen es mucho más trágico y tormentoso. Al fin y al cabo, su amada murió ahorcada sin que en la novela se nos aclare el por qué o el cómo de este suceso.

El parecido entre los dos personajes se acentúa en parte por el tipo de narrador escogido por el autor. Con todo, que nadie se lleve a engaño: Mezen no es una copia de Kvothe. Si acaso, será una versión más retorcida de este.


Como veis, son muchos los aspectos que se entretejen para crear esta novela. El mundo de Hann es muy rico y no somos pocos los lectores que querríamos volver a él.

El final abierto por el que ha optado Ferran Varela nos da esperanzas de que así podría ser. Y si llega ese momento, es muy posible que sean varios los que se animen a viajar de nuevo con Mezen y Nara.

¡Nos leemos! ^^

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