No es fácil ser emperador cuando nadie cree en ti
Título: El emperador goblin
Editorial: Alethé
Autor: Katherine Addison
EDICIÓN
Formato: Tapa blanda
Nº de páginas: 598
Año de edición: 2018
Precio de compra: 24,90€
Nº de páginas: 598
Año de edición: 2018
Precio de compra: 24,90€
(puedes adquirirlo aquí)
PUNTUACIÓN: 3/5 ★★★
En un imperio regido por la tradición y las apariencias todo parece estar cuidadosamente programado. No hay espacio para el imprevisto.
Por ese motivo, que el cuarto hijo del emperador, quien fue desterrado siendo todavía un niño, ocupe el trono a la muerte de su padre es algo que descoloca a toda la corte élfica. Más todavía cuando este joven emperador no es ni siquiera un elfo de sangre pura, sino medio goblin.
Más o menos esta es la premisa con la que da inicio la historia concebida por Katherine Addison. Un argumento que, a decir verdad, no brilla por su originalidad.
Sin embargo, esta historia cuenta con ciertas singularidades que la convierten en una recomendable lectura para cualquier amante de la fantasía cortesana.
Un ambiente opresivo
El escenario principal de El emperador goblin es la corte de las Tierras Élficas. Se trata de una masificación de estancias, torres y salones del tamaño de una ciudad.
Allí tienen su residencia habitual los miembros destacados de todas las nobles casas del imperio, así como incontables embajadores, altos cargos y todo un ejército de criados de distinto rango.
La apariencia y la cortesía lo son todo en este microcosmos hostil, donde la más ligera antipatía puede convertirse en el inicio de una conspiración. Más aún cuando acabas de llegar a la corte y no sabes nada sobre ella y sus normas.
Esto es lo que sucede con el joven Maia, el protagonista de esta historia. Su imprevista llegada a la corte va precedida por un trágico accidente. La aeronave en la que viajaban su padre y sus hermanos se estrella en extrañas circunstancias.
Tan trágico accidente convierte a Maia, hasta el momento un hijo despreciado y desterrado lejos de la corte, en el nuevo emperador de las Tierras Élficas.
De reprente, este joven que ha vivido toda su vida ajeno a las normas de la corte y sometido al constante maltrato por parte de su primo Setheris, se ve sentado en un trono que parece irle grande y en el que no todo el mundo goza de verle sentado.
Temas sociales de actualidad
No es un conflicto nuevo. De hecho, es un argumento muy recurrente en la ficción presentar el ascenso de un joven de raíces humildes (y masculino casi siempre) hasta la posición más alta del país/reino en el que habita.
Con todo, hay algo en el planteamiento de la autora que hace que esta historia destaque, aún si nos parece que ya la hemos visto mil veces. Y es esa pequeña chispa la que lo convierte en un libro altamente adictivo.
Para empezar, desde el momento en que Maia se convierte en emperador se establece una dualidad en el personaje que Addison se cuida mucho de mantener.
Así pues, aunque la totalidad de la novela se narra desde el punto de vista del nuevo emperador, el lector puede diferenciar claramente cuando habla Erehasivar (emperador) y cuando lo hace Maia (el joven que querría huir de tanta obligación).
Esto permite simpatizar con el protagonista, pues aún bajo sus cientos de pomposas túnicas sabemos que hay un ser humano, un chico inexperto que sufre y teme estar equivocado o no ser suficiente para su cargo.
Otro de los motivos por los que es fácil no odiar a Maia es la forma en que este se preocupa por conflictos que, en otras novelas de este estilo, quedarían sin resolver. O que ni tan solo se tendrían en cuenta como "problemas".
Hablamos, por una parte, del papel de las mujeres elfas en la corte. Y, por otra parte, de la integración de aquellos no élficos: los goblins y los mestizos.
Maia es un mestizo. Y como tal, recibe el odio de aquellos que los consideran bárbaros e incívicos. Que alguien como él ocupe el trono indigna a los sectores más tradicionalistas de entre los elfos del imperio. Así pues, resultaba imposible eludir el tema del racismo en esta novela.
Por lo que respecta al papel de las mujeres, Maia mantiene relación con muchas de ellas durante la novela. Algunas le aprecian y otras no le soportan, pero todas coinciden en mostrar que el ser relegadas al rol de madre y esposa no es siempre satisfactorio ni suficiente.
Maia tratará desde su nueva posición de complacer (en la medida de lo posible) las aspiraciones personales de algunas de estas mujeres, negándose en redondo a tratarlas como instrumentos políticos. Aún si es lo que manda la ley.
Con todo, a menudo estos intentos chocan con el carácter del personaje, bastante irascible e incluso egoísta. Eso desmerece el planteamiento de estas problemáticas, que en ocasiones parecen un intento de beatificar o aportar puntos a Maia como individuo.
Aún así, me ha agradado que se reflexione sobre la libertad femenina y la integración racial en la novela. Le ha sumado mucho más cuerpo a la historia que la vasta nomenclatura y complejidad de los formalismos de cortesía (resumidos ambos en la parte posterior del libro a modo de anexo).
Sin embargo, y pese a que he disfrutado con la novela, no puedo calificarla con más de un seis.
En primer lugar, porque no ofrece nada nuevo. Al contrario: por mucho que la haya gozado, reconozco que no deja de ser un rico tazón de sopa de ajo. Por muy exótico que sea el cuenco en que se nos está sirviendo y por muchos detalles steampunk que se presenten.
En segundo lugar, por la edición en sí, que ha supuesto un verdadero escollo para comprender y disfrutar plenamente de la historia de Addison.
Al margen del diseño exterior, una apuesta muy acertada y perfectamente ejecutada por Libertad Delgado, lo que nos encontramos en el interior de la novela es una larga lista de errores y fallos severos.
Esto abarca desde la repetición de párrafos completos hasta el cambio de nombre o sexo de algunos personajes. Hallar esto en una novela de gran complejidad en lo que respecta a la nomenclatura hace que el paseo por las páginas se vuelva incómodo.
Con todo, confío en que en futuras reediciones estos fallos puedan ser corregidos y subsanados en beneficio de los futuros lectores.
De hacerse así, El emperador goblin se convertiría en una novela más que disfrutable para quienes gozen con las intrigas palaciegas y las complejidades del protocolo.
¡Nos leemos! ^^
En un imperio regido por la tradición y las apariencias todo parece estar cuidadosamente programado. No hay espacio para el imprevisto.
Por ese motivo, que el cuarto hijo del emperador, quien fue desterrado siendo todavía un niño, ocupe el trono a la muerte de su padre es algo que descoloca a toda la corte élfica. Más todavía cuando este joven emperador no es ni siquiera un elfo de sangre pura, sino medio goblin.
Más o menos esta es la premisa con la que da inicio la historia concebida por Katherine Addison. Un argumento que, a decir verdad, no brilla por su originalidad.
Sin embargo, esta historia cuenta con ciertas singularidades que la convierten en una recomendable lectura para cualquier amante de la fantasía cortesana.
Un ambiente opresivo
El escenario principal de El emperador goblin es la corte de las Tierras Élficas. Se trata de una masificación de estancias, torres y salones del tamaño de una ciudad.
Allí tienen su residencia habitual los miembros destacados de todas las nobles casas del imperio, así como incontables embajadores, altos cargos y todo un ejército de criados de distinto rango.
La apariencia y la cortesía lo son todo en este microcosmos hostil, donde la más ligera antipatía puede convertirse en el inicio de una conspiración. Más aún cuando acabas de llegar a la corte y no sabes nada sobre ella y sus normas.
Detalle de la portada original |
Esto es lo que sucede con el joven Maia, el protagonista de esta historia. Su imprevista llegada a la corte va precedida por un trágico accidente. La aeronave en la que viajaban su padre y sus hermanos se estrella en extrañas circunstancias.
Tan trágico accidente convierte a Maia, hasta el momento un hijo despreciado y desterrado lejos de la corte, en el nuevo emperador de las Tierras Élficas.
De reprente, este joven que ha vivido toda su vida ajeno a las normas de la corte y sometido al constante maltrato por parte de su primo Setheris, se ve sentado en un trono que parece irle grande y en el que no todo el mundo goza de verle sentado.
Temas sociales de actualidad
No es un conflicto nuevo. De hecho, es un argumento muy recurrente en la ficción presentar el ascenso de un joven de raíces humildes (y masculino casi siempre) hasta la posición más alta del país/reino en el que habita.
Con todo, hay algo en el planteamiento de la autora que hace que esta historia destaque, aún si nos parece que ya la hemos visto mil veces. Y es esa pequeña chispa la que lo convierte en un libro altamente adictivo.
Para empezar, desde el momento en que Maia se convierte en emperador se establece una dualidad en el personaje que Addison se cuida mucho de mantener.
Maia, ilustrado por Libertad Delgado |
Así pues, aunque la totalidad de la novela se narra desde el punto de vista del nuevo emperador, el lector puede diferenciar claramente cuando habla Erehasivar (emperador) y cuando lo hace Maia (el joven que querría huir de tanta obligación).
Esto permite simpatizar con el protagonista, pues aún bajo sus cientos de pomposas túnicas sabemos que hay un ser humano, un chico inexperto que sufre y teme estar equivocado o no ser suficiente para su cargo.
Otro de los motivos por los que es fácil no odiar a Maia es la forma en que este se preocupa por conflictos que, en otras novelas de este estilo, quedarían sin resolver. O que ni tan solo se tendrían en cuenta como "problemas".
Hablamos, por una parte, del papel de las mujeres elfas en la corte. Y, por otra parte, de la integración de aquellos no élficos: los goblins y los mestizos.
Maia es un mestizo. Y como tal, recibe el odio de aquellos que los consideran bárbaros e incívicos. Que alguien como él ocupe el trono indigna a los sectores más tradicionalistas de entre los elfos del imperio. Así pues, resultaba imposible eludir el tema del racismo en esta novela.
Por lo que respecta al papel de las mujeres, Maia mantiene relación con muchas de ellas durante la novela. Algunas le aprecian y otras no le soportan, pero todas coinciden en mostrar que el ser relegadas al rol de madre y esposa no es siempre satisfactorio ni suficiente.
También están sometidas a los cánones de belleza: cuanto más blanca, más hermosa/buena |
Maia tratará desde su nueva posición de complacer (en la medida de lo posible) las aspiraciones personales de algunas de estas mujeres, negándose en redondo a tratarlas como instrumentos políticos. Aún si es lo que manda la ley.
Con todo, a menudo estos intentos chocan con el carácter del personaje, bastante irascible e incluso egoísta. Eso desmerece el planteamiento de estas problemáticas, que en ocasiones parecen un intento de beatificar o aportar puntos a Maia como individuo.
Aún así, me ha agradado que se reflexione sobre la libertad femenina y la integración racial en la novela. Le ha sumado mucho más cuerpo a la historia que la vasta nomenclatura y complejidad de los formalismos de cortesía (resumidos ambos en la parte posterior del libro a modo de anexo).
Sin embargo, y pese a que he disfrutado con la novela, no puedo calificarla con más de un seis.
En primer lugar, porque no ofrece nada nuevo. Al contrario: por mucho que la haya gozado, reconozco que no deja de ser un rico tazón de sopa de ajo. Por muy exótico que sea el cuenco en que se nos está sirviendo y por muchos detalles steampunk que se presenten.
En segundo lugar, por la edición en sí, que ha supuesto un verdadero escollo para comprender y disfrutar plenamente de la historia de Addison.
Al margen del diseño exterior, una apuesta muy acertada y perfectamente ejecutada por Libertad Delgado, lo que nos encontramos en el interior de la novela es una larga lista de errores y fallos severos.
Esto abarca desde la repetición de párrafos completos hasta el cambio de nombre o sexo de algunos personajes. Hallar esto en una novela de gran complejidad en lo que respecta a la nomenclatura hace que el paseo por las páginas se vuelva incómodo.
Con todo, confío en que en futuras reediciones estos fallos puedan ser corregidos y subsanados en beneficio de los futuros lectores.
De hacerse así, El emperador goblin se convertiría en una novela más que disfrutable para quienes gozen con las intrigas palaciegas y las complejidades del protocolo.
¡Nos leemos! ^^
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