Porque cualquiera que haya dibujado lo entenderá...
Muchos de nosotros hemos intentado en algún momento de nuestra vida dibujar una figura humana. No importa que hiciéramos el retrato de la tía Paca o un boceto de algún personaje nuestro. Todos lo hemos probado.
Al principio todo marcha bien: los ojos están nivelados, la nariz parece humana... Pero ¿y las manos?
Ay... Esas malditas extremidades se niegan a quedar estéticas, se nos rebelan y acaban por convertir nuestra obra de arte en una soberana porquería.
Entonces lloramos, nos tiramos de los pelos y echamos pestes durante horas hasta que llegamos a la dolorosa conclusión de que si queremos dibujar bien, debemos aprender a hacer las manos.
¿Y este cuento a qué viene? ¿Es que tienes ganas de desfogar tus frustraciones artísticas, Alister?
Bueno, pues en parte sí, porque el no saber dibujar bien es algo que siempre me ha dado mucha rabia, pero el objetivo de este post no es ese.
No, mis adorados lectores, lo único que quería deciros es que escribir bien se parece mucho a aprender a dibujar: si queremos un conjunto armonioso, más no vale aprender a escribir bien todas la partes.
Cuanto antes lo asumamos, mejor. No vamos a ser buenos escritores si no aprendemos a escribir con soltura en varios registros y escenas de todo tipo.
Y no, la tontería esa de que las musas te susurrarán al oído en el momento preciso para que, sin tener pajolera idea de horror, escribas como el jodido Lovecraft no es más que eso: la más soberana de las memeces.
Lo siento por ti si te lo habías creído, pero ningún artista se convierte en un maestro de su disciplina sin dedicarle horas y horas de esfuerzo y dedicación.
Pero claro, no podemos lanzarnos sin calentamiento previo a tamaña tarea, es necesario ir paso a paso para poder progresar adecuadamente y fijar todo lo aprendido en nuestra mente.
Siguiendo con la metáfora de las manos, permitid que os presente los pasos que cualquier escritor debe seguir si quiere aprender a dominar su arte (y sí, saltarse pasos se paga caro a la larga).
1. Las bolitas de Doraemon
Esta es la fase de contacto entre el bolígrafo/teclado y el escritor principiante. Se muestran tímidos, se tocan con recelo, casi con miedo a espantar al otro, como dos amantes primerizos en su primera noche a solas.
Hum... Ahora que lo pienso, esta entrada daba para metáforas un poco más subidas de tono que lo de las manos. ¿Os compensa si os dejo aquí esta entrada sobre sexo?
Demos por hecho que sí y prosigamos con el tema.
Es en esta primera fase que el escritor empieza a garabatear sus primeras historias, caracterizadas por la sencillez (por no decir pobreza) de lenguaje y variedad.
Suelen ser simples, anegadas de tópicos y manidas expresiones mil veces vistas. Ninguna destaca del conjunto porque, en general, se trata de una primera novela que no pasará de borrador.
Digamos que se trata de escenas conceptuales, donde el autor novel describe lo que ocurre, lo explica detalladamente en lugar de mostrarlo. Sabemos lo que ocurre, pero no somos capaces de visualizarlo con detalle.
Es como dibujar las manos como si fueran dos bolitas: se sabe que son manos, pero no se parecen en nada a lo que debería ser una mano.
Hum... Ahora que lo pienso, esta entrada daba para metáforas un poco más subidas de tono que lo de las manos. ¿Os compensa si os dejo aquí esta entrada sobre sexo?
Demos por hecho que sí y prosigamos con el tema.
Es en esta primera fase que el escritor empieza a garabatear sus primeras historias, caracterizadas por la sencillez (por no decir pobreza) de lenguaje y variedad.
Manitas conceptuales: bolitas y rayas |
Suelen ser simples, anegadas de tópicos y manidas expresiones mil veces vistas. Ninguna destaca del conjunto porque, en general, se trata de una primera novela que no pasará de borrador.
Digamos que se trata de escenas conceptuales, donde el autor novel describe lo que ocurre, lo explica detalladamente en lugar de mostrarlo. Sabemos lo que ocurre, pero no somos capaces de visualizarlo con detalle.
Es como dibujar las manos como si fueran dos bolitas: se sabe que son manos, pero no se parecen en nada a lo que debería ser una mano.
2. A la espalda
En esta segunda fase, el escritor se percata de cuáles son las escenas en las que su prosa no luce y trata de evitarlas a cualquier precio, llegando a extremos ridículos.
Usualmente son las escenas de acción, de sexo o de violencia extrema las que los autores inexpertos (y expertos también) tratan de huir de ellas a toda costa, pues no se sienten cómodos escribiéndolas.
El grado de terror a incluirlas puede ser variable; los hay que incluso optan por erradicarlas por completo de la trama, prescindiendo de ellas aún sabiendo que la historia saldrá perjudicada.
La técnica de la avestruz: ojos que no ven... |
Y cuando no tienen más remedio que incluirlas, hacen los que yo llamo "detallazo de cortinas" o "fundido en negro", que consiste en cortar la escena justo antes de que se desarrolle y presentar la situación inmediatamente posterior, limitándose a insinuar lo que ha ocurrido.
Se parece mucho a aquel momento en nuestro periplo como dibujantes en el que, por no afear un bello dibujo, presentamos la figura humana con las manos ocultas tras la espalda o bajo larguísimas mangas.
3. Alien multi-falange
Tras mucho practicar, el escritor se arma de valor y decide mostrar al mundo su talento para contar historias. Y cómo no, tras tanto tiempo de ocultarlas, las expone a lo grande.
Escenas mejor narradas que en los puntos anteriores, pero que pecan de barrocas y recargadas hasta el punto de colapsar a los lectores.
No es extraño que tal cosa suceda, el pobre escritor llevaba tanto tiempo luchando por aprender a escribir estas escenas que una vez empieza a dominar el arte quiere exponerlo con marcos de oro a pesar de las consecuencias.
Ejemplo de estudio de manos |
Su deseo de mostrar el progreso logrado se antepone a cualquier consideración lógica, incluido el realismo, y el escritor ya educado convierte sus textos en cultivos experimentales de su recién adquirido talento.
También los dibujantes pasan por este momento: cuando aprenden a dibujar manos empiezan a realizar estudios y bocetos de estas extremidades en las posiciones más grotescas... ¡Incluso con manos no-humanas!
4. Seriedad
La última fase, en la cual el escritor se sosiega y deja de crear bizarras combinaciones para "amenizar" las escenas de su novela.
Se impone pues la búsqueda del la limpieza, la pulcritud y la capacidad de evocar mediante el arte de la palabras: en este punto el escritor desgrana con fluidez aquello que quiere contar y causa vívidas emociones en sus lectores.
A partir de esta fase el ritmo de progreso desciende perceptiblemente; pero eso no significa que uno deje de mejorar. Mientras haya práctica, existirá mejoría.
Repitiendo la comparación con el arte de dibujar manos, es en este momento cuando las extremidades que dibujemos pasan a ser de verdad manos.
Como veis, nadie aprende a escribir (ni a dibujar) sin pasar por todas las fases y equivocarse hasta el hastío. La cuestión es no tirar la toalla y perseverar aún cuando parece que estemos encallados.
A fin de cuentas, nadie dijo que escribir bien fuera a resultar fácil, ¿verdad?
¡Nos leemos! ^^
Me ha encantado el artículo. Que hartura a reír.
ResponderEliminarConfesaré que estoy en el punto 2 con escenas de acción. Me ha recordado a como tapaba las manos al dibujar. Mis personajes llevaban túnicas cual monjes, de mangas anchas, que escondían sus manos que entrelazaban por delante del cuerpo.
Poco a poco estoy aprendiendo. Ahora sé hacer las muñecas, dejar entrever la acción...pero sí, intento cortar rápido para no afear la imagen general.
Aprenderé poco a poco. Algún día dominaré las manos.