Aprendiendo de... Weina Dai Randel


Porque la Historia no tiene por qué aburrir...

En ocasiones, uno encuentra buenas historias de casualidad. Simplemente el libro en cuestión llega a su vida y se instala para siempre tras haberlo leído.

Pues algo así me sucedió con la última obra publicada de Weina Dai Randel, El palacio de la luna, novela que además ha sido nominada a los premios Hislibris de novela histórica junto a otra obra que reseñamos hará un tiempo, La espada de Occidente, de Carlos Jobani.

Pero antes de hablaros de ella, permitidme que os presente brevemente a su autora. Nacida en China, Weina Dai Randel es a día de hoy miembro destacado de la Historical Fiction Society y ganadora de diversos premios, varios de ellos por El palacio de la luna.

Si queréis saber el motivo por el cual la obra de esta autora ha triunfado en varios frentes, os recomiendo seguir leyendo, pues Weina Dai Randel tiene mucho que enseñarnos.



1. Mucha sal es poca

El aderezo imprescindible a cualquier novela histórica es la documentación, un proceso que puede llevarnos desde un par de semanas a varios años de leer y visitar archivos llenos de polvo para consultar documentos.

Para poder escribir El palacio de la luna, su autora necesitó cerca de una década para documentarse bien. No debe sorprender aquí el volumen de tiempo invertido, a fin de cuentas la historia (primera parte de una bilogía) se centra en la figura de la emperatriz Wu Zetian, primera mujer en gobernar en solitario el imperio chino.

Wu Zetian (Fan Bingbing) en la adaptación televisiva

Gracias a este esfuerzo de documentación, la historia narrada posee una gran riqueza y precisión al describir no solo escenarios, sino también costumbres, ropajes y ceremonias que logran transportar al lector a la China de la dinastía Tang.

Como escritores, no debemos menospreciar la tarea de documentación previa a la creación de cualquier historia, ni escatimar tiempo y recursos en este menester. Como ya sabéis sobradamente, escribir es un pacto con el lector: si no logramos que crea nuestra historia, la magia se rompe.

Tal y como demuestra esta novela, vale la pena invertir años en documentarse para obtener una historia hermosa y verosímil, que acerque al lector a los hechos narrados y a los personajes que los protagonizan.



2. Invertir proporciones

Otro de los puntos a favor de esta novela es la cantidad y la diversidad de personajes femeninos que aparecen en ella y componen casi el 90% del elenco.

La historia, narrada en primera persona por Mei (la futura emperatriz), cuenta la llegada de la muchacha al palacio imperial del emperador Taizong y cómo logra escalar posiciones dentro de la corte hasta formar parte del grupo de concubinas de quinto rango.

Si el emperador gobierna China, el palacio lo dirigen las mujeres que componen su harén. Mujeres anónimas que no tienen más nombre que el epíteto por el que se hacen conocer (Dama Noble, Dama Pura, Gema...).

Damas y sirvientas de la dinastía Tang

Anónimas y a la vez únicas, pues todas ellas manifiestan un carácter único y se mueven por objetivos personales a pequeña o gran escala, llegando a controlar la producción sedera del imperio (fuente de su riqueza) o a planear escabrosas conspiraciones de las que los hombres, sean príncipes o ministros, no son más que instrumentos.

Así, el teórico inmovilismo femenino, que relega a la mujer a ser un simple adorno, se ve truncado por una realidad palpable: las mujeres, al igual que los hombres, son ambiciosas y juegan sus cartas tan bien como pueden para escalar y triunfar en la pirámide social a pesar de las limitaciones que teóricamente se les imponen.

Si Weina Dai Randel ha podido crear una trama compleja dominada por mujeres ambientándola en un escenario misógino, ¿qué no podrá hacer un autor de fantasía si decide invertir las proporciones?



3. El valor de las pequeñas cosas

A menudo se piensa en la necesidad de crear escenarios de grandes proporciones para poder contar historias complejas; sin embargo, esto no siempre es así.

En El palacio de la luna, a pesar de la complejidad de las tramas que presenta y de cómo estas repercuten en la composición territorial del imperio, el escenario es un espacio relativamente pequeño: la Corte Interior del palacio imperial.

Como el palacio no se conserva, os muestro una escena de jardín

A Weina Dai Randel le sobra y basta con varios pabellones y jardines para desarrollar una historia compleja, con traiciones, invasiones y batallas cruentas. Esto demuestra que en ocasiones, la riqueza del escenario y su capacidad de influir en el mundo que lo rodea es más útil para el escritor y su historia que crear mundos quilométricos.

No necesitamos veinte reinos para crear un conflicto, y salvo que tengamos planes para ellos, crear tanto terreno para no explorarlo podría considerarse una pérdida de tiempo. No hay que tenerle alergia al micro-cosmos. Nos ha dado grandes historias.

Por citar un ejemplo dentro del género, en Crónica del Rey Cautivo casi el total de la acción transcurre en la ciudad de Bacreont, sin necesidad de que los personajes abandonen este espacio para que tengan lugar traiciones, asesinatos y guerras por el poder.

No son pocas las novelas en las que la trama, por compleja que resulte, tiene como escenario un espacio relativamente pequeño, si bien es algo que en la fantasía aún cuesta de explorar... ¿Será que nos gusta demasiado explorar? ^^



Estas son algunas de las lecciones que uno puede extraer leyendo a Weina Dai Randel. Pero si queréis saber más, os invito a leer esta novela, cuyo ritmo rápido y conciso os llevará a devorarla en menos de una semana.

Y de paso, aprenderéis un poco más sobre la historia de China, algo que no nos viene mal a ninguno (y menos ahora que el mercado editorial está empezando a prestar atención a autores asiáticos de la talla de Ken Liu...).


¡Nos leemos! ^^

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