Antes de que lo preguntes, la respuesta es no. No pienso hablar de la nueva creación de Sony. Para opinar (de forma errónea según mi punto de vista) ya está la crítica.
No, amigos. Esto no es una reseña ni nada por el estilo. Sino una simple reflexión que se me ocurrió el otro día. A veces me pasa. Me pongo a divagar y realizo conexiones absurdas y delirantes.
Como por ejemplo, la cantidad de cosas que tienen en común la comunidad de lectores y escritores con uno de los personajes más fascinantes de Marvel.
Si buscáis algo más serio, podéis echarle un ojo a este artículo sobre cómo ha evolucionado la fantasía que publiqué en la web de Windumanoth.
Los que estéis dispuestos a leer mis idas de olla y a conocer qué coño tendrá que ver Venom con la escritura, quedaos por aquí.
Y coged un refresco, pues me parece que ha quedado un post algo larguillo ^^'
La toma de contacto
Como los lectores de los cómics recordarán, el amigo Eddie Brock era un pobre diablo. Da igual en qué universo le busques. Era un desastre y un periodista con bastante mala pata. Alguien insulso con una vida de mierda, vaya.
No voy a descubrir América si digo que la mayoría de escritores tenemos vidas anodinas. Un curro para no morir de hambre, un porqui-piso de alquiler, alguna deuda con El Señor de Nuestras Almas (aka El Banco)...
Como en el caso de Eddie Brock, la espectacularidad y el exotismo brillan por su ausencia. Ya pueden decir misa las pelis de domingo. Salvo por los vicios, los escritores son personas bastante corrientes.
Estará cachas, pero no deja de ser un mierdas |
O al menos eso parecen hasta que ocurre la magia. Un día, llega la inspiración y la semilla de una historia brota en sus corazones. Y al principio todo es genial.
Su nueva historia fluye en la escaleta. Las ideas corren libres y le sientan de maravilla. Esa nueva novela es como un traje acabado de salir de la sastrería. El escritor grita de júbilo y emoción.
Pobre infeliz... No sabe que junto con esa idea tan maravillosa que acaba de gestarse en su mente, otra criatura terrible ha penetrado en su cuerpo. Y su monstruoso poder no tardará en hacerse notar.
El desencadenante
El proceso puede llevar meses. Años incluso. Durante ese periodo el escritor se informa y documenta. Parasita la historia y devora manuales. Engulle cada estímulo a su paso. E incluso se monta su propia banda sonora para escribir.
Todo parece en orden. Al menos por el momento. El escritor sigue con sus rutinas y entrega sus noches a la planificación. O puede que poniendo su blog al día. Ya sabéis que Excentrya dice que es muy importante cuidarlo.
Y de pronto todo falla. El escritor se pone a teclear y no sale nada potable. Se estanca. Da vueltas a la escaleta sin hallar el fallo. Se frustra y toda la magia maravillosa desaparece.
Y eso no se cura ni ejercitándose |
Solo queda un enorme agujero negro. El mismo que deja que alguien revele ante tu jefe que eres un mierdas que le pasa fotos falsificadas. Eso genera frustración y mucho odio. En especial hacia uno mismo por no dar la talla.
¿Sabéis a quién despierta ese odio?
Esa voz en su cabeza...
Sucede entonces que un día, mientras el escritor se está duchando, algo cambia. Y no es porque se le haya caído jabón en los ojos. Ni tampoco por un retorno milagroso de las musas. Se trata de algo más sutil. Y menos mágico.
Algo que se parece al susurro de una voz en el fondo de su mente que le regala los oídos con bellas palabras como estas:
"Pedazo de mierda... Ya te vale. ¡¿Cómo te has atrevido a hacer que huya en el capítulo tres?! ¡Arréglalo!"
¿Monstruoso, a que sí?
Pues eso no ha hecho más que empezar. Porque ese molesto susurro va a convertirse en un inquilino latoso dentro del cráneo del escritor.
Un inquilino cabreado |
Lo va a seguir a todas partes y cada vez va a retumbar con más fuerza. El pobre escritor puede intentar obviarlo. Pero no le va a servir de nada: un personaje se ha instalado en su mente y no dejará de atormentarlo hasta que lo escuche.
Recuperando el paralelismo: un moco negro y enorme acaba de instalarse en su cuerpo. Y su intención no es salir, sino ser escuchado y obedecido.
Lo rechazas... Y sucumbes
La reacción obvia del escritor es horrorizarse. Y luego, tras comprobar que el gintonic no está detrás del percance, indignarse muy fuertemente.
Porque vamos a ver: ¿qué autoridad tiene una alucinación auditiva para decirte cómo debes llevar tu historia?
Es un modo racional de afrontar la situación. Y sería efectivo si el susurro en la cabeza del escritor no se rebotara. Él es un personaje, no un títere. Y no se va a quedar mirando cómo le arruina la vida un chupatintas.
Escúchame o haré de tu vida un infierno |
Aquí se inicia un conflicto en el que el escritor trata de imponer su voluntad. Y su personaje le boicotea todas las escenas tratando de llevarlas a su terreno. El resultado: escribir y borrar a cada página.
Al final, el escritor debe rendirse a lo evidente. No va a poder acabar su historia si no escucha la voz de su personaje. Si quiere pasar del borrador, tendrá que aprender a cooperar con ese molesto huésped.
Escritor y personaje inician entonces un proceso de adaptación en el que el primero se empapa sobre la opinión del segundo. Inician algo parecido a una tanda de citas que solo tienen lugar en la mente del escritor.
Gracias a eso, el pobre desgraciado acaba conociendo bien a su criatura y rellenando ese cuestionario tan cansado. ¿Os suena el concepto ficha de personaje?
Fusión completa
Tras varias semanas de convivencia se produce otro extraño fenómeno. El escritor escucha a su criatura y esta le va susurrando la historia. Gracias a sus consejos, la nueva novela prospera y va mejorando poco a poco.
Esto en el reino animal (y en los cómics) se conoce como simbiosis. Una fusión o cooperación beneficiosa para todos los entes que toman parte. ¿A que suena bonito?
Después de eso no hay quien los separe... ^^' |
Pues tan bonito como resulta al escritor poner punto final a la historia. Para cuando eso ocurra, estará tan acostumbrado a su personaje, que casi podría decirse que son dos consciencias en un mismo cuerpo.
Cualquiera podría pensar que el proceso acaba aquí. Pero lo cierto es que falta la mejor parte: la que involucra al lector.
Expansión final
Uno de los problemas con los parásitos es que les gusta conocer nuevos horizontes. O siendo menos románticos: se expanden y pegan a otros pobres huéspedes. Y los personajes hacen lo mismo.
Una vez publicada la novela, aguardan entre las páginas del libro a la espera de un incauto lector. Y cuando dan con él, se lanzan a su cabeza y lo seducen con su magnética personalidad.
Ellos me dan la razón, ¿veis? |
¿O me vais a decir que nunca habéis experimentado la sensación de fusión con un personaje literario?
Negadlo si queréis, pero sucede. En especial cuando el autor de dicho personaje fue un huésped obediente que escuchó las necesidades de su criatura.
Esos personajes son humanos. Y nos fascinan precisamente por eso. Porque conocemos sus virtudes y sus defectos. Los vemos salir airosos y cagarla de forma mayúscula. Los sentimos vivos y ellos acaban formando parte de nosotros.
Lo mejor de todo es que, seducidos por su encanto, recomendamos su historia a otros lectores. Y así ayudamos al personaje a ganar fans (y a introducirse en otras mentes).
De este modo, todos terminamos contagiados por esos singulares parásitos que nos van a acompañar a lo largo de nuestra vida. Porque por mucho que pase el tiempo, el susurro insidioso de esos personajes que nos marcaron no desaparece.
Y puede ser que casi diez años después de la última toma de contacto con ellos, acabes escribiendo un post entero sobre un personaje que marco tu infancia y que te encantaba encanta.
¡Nos leemos! ^^
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