El derecho a ser terrible: Monstruosidad femenina


De monstruos se ha hablado mucho. Desde el cine clásico a las novelas más recientes. Todos tenemos nuestros favoritos y anhelamos disfrutar de su apariencia terrible. ¿Pero qué pasa cuando el monstruo es una mujer?


Entendemos por monstruosidad a una serie de características que aluden a la deformidad. Fealdad extrema, desproporción, características bestiales. En resumen, una apariencia grotesca y aterradora.

Mientras leía estas líneas, más de uno de vosotros ha pensado en la criatura de Frankenstein. O puede que en el rostro oculto de El Fantasma de la Ópera. Es más, algunos incluso se deben haber acordado de la fealdad que oculta la máscara de Deadpool. Y eso que el tipo ni siquiera es un monstruo...

La fealdad que se atribuye a los monstruos es fácilmente identificable en los hombres. Pero por alguna razón extraña, las mujeres suelen quedar excluidas de esa idea de monstruosidad

No me entendáis mal. No es que no haya monstruos femeninos en el mundo. De hecho, los ha habido desde la Grecia Clásica. Pero estos, salvo excepciones, siempre han jugado en otra liga.



Terrible pero divina

No importa que te bañes en sangre de neonatos o que hundas en el fondo del mar a los hombres a los que cazas. Si eres mujer y monstruosa, te va a tocar pasar por los cánones de la belleza y la sexualidad.

La monstruosidad femenina se ha vinculado desde tiempos pretéritos con el arte de la seducción. Sirenas, súcubos, vampiras... Criaturas monstruosas no por su apariencia, sino por el talento para engañar y aprovecharse de los hombres y sus bajas pasiones.

El pescador y la sirena, Knut Ekwall

Por terrible que una monstrua sea, siempre cargará con los rasgos sexuales asociados a la mujer. Pechos generosos, caderas marcadas... Hasta su actitud, misteriosa y tentadora, están marcadas por estas reglas. 

Incluso si logra liberarse de la omnipresente belleza de femme fatale, la monstrua seguirá mostrando estos atributos.

Y es que en el fondo, el monstruo femenino siempre ha representado el temor del hombre a la emancipación de las féminas. Miedo a que una mujer libre destruyera los cimientos de la sociedad. Pero sobre este tema ya habló y muy bien Sergio Mars en la web de Windumanoth.



Castigada por la moral masculina

Existen sin embargo monstruos femeninos que han logrado eludir esta norma universal que enlaza monstrua y lujuria. No son muchas, pero existen.

Medusa es la más conocida de ellas. Una mujer con el cabello hecho de serpientes, capaz de petrificar a quienes se atrevan a mirarla a los ojos. Su apariencia es aterradora, sí. Pero no la empodera. Al contrario: responde al castigo.

La que antaño fue una sacerdotisa de Atenea es castigada por la diosa cuando descubre que ha sido violada por Poseidón. Por su deshonra, Medusa se ve desterrada y condenada a permanecer lejos de la vista de los hombres. Se la repudia.

Una monstrua desposeída de atractivo como castigo es bastante más común de lo que puede parecer. Cientos de historias de brujas feas y contrahechas lo avalan. Pero todas estas mujeres, lejos de vestir su fealdad como un rasgo más de su condición de monstruo, la exhiben como castigo por una vida de pecado.

Ejemplo de no-ficción sobre cómo
una mujer se "convierte en monstruo"

Su grotesca imagen no las hace temibles, las convierte en blanco del odio de la comunidad. Porque desposeer a una mujer de los atributos que "la hacen femenina" ha sido desde siempre una forma de mostrar repulsa ante lo que no se puede controlar.

No hace falta irse a la ficción para ello. Podéis buscar las hermosas imágenes que les dedicaron los periódicos a las sufragistas durante años ;)



Nuevas monstruas

El mensaje dominante de los últimos siglos ha sido un problema para la evolución de una monstruosidad femenina paritaria.

Durante los siglos XVIII y XIX, el atractivo sexual dominante en las monstruas pasó a sus compañeros masculinos. Así nació una galería de vampiros sensuales y terribles, capaces de corromper a las damas.

Sin embargo, la fealdad no le fue dada a las monstruas. Ellas quedaron apartadas del panorama terrorífico. Ahora que el hombre podía jugar a ser sexy, ¿para qué era necesaria la manida sirena?


Ese podría haber sido el fin de la monstruosidad femenina: morir sepultada por sus contrapartes masculinas, ya sin rasgos propios que las definieran. Posiblemente algunos las dieron por muertas. Mala suerte para ellos, porque no fue así.

La monstrua, oculta en su cueva, prevaleció. Prueba de ello es que hoy en día se crean historias protagonizadas por criaturas femeninas terribles y grotescas. Como las protagonistas de los relatos de la antología Monstruosas. Guaxas, arpías, ojáncanas... Una galería del horror femenino que prevalece al paso del tiempo.


Como veis, aún queda terreno para que la monstruosidad femenina lo reclame. Si no me creéis, podéis preguntarles a los descreídos protagonistas de Necare, mi nuevo relato de terror. Ellos también dieron por muerta a la monstrua. Y lo pagaron caro.


¡Nos leemos! ^^

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