Ventajas (o no) de leer como escritor


Porque las gafas no siempre dejan ver bien...

Todo aquel que escribe, cuando se encuentra ante la obra de otro siente el deseo irrefrenable de escudriñarla cual zorrito curioso a fin de desentrañar los mecanismos que la articulan.

¿Cómo crea esa sensación de suspense? ¿De veras es tan sencillo? ¿Cómo lo hizo para ocultarme esto hasta el final?

No es extraño que preguntas como esta floten por nuestra mente mientras leemos, aún cuando lo estamos haciendo por ocio. De hecho, todos los artistas del mundo se plantean cosas parecidas cuando observan el trabajo de otro maestro de su campo. Y sí, yo también lo hago.

Pero desde que acabé ese maravilloso (y sobretodo instructivo) curso de autoedición, lo que era una mala costumbre inconsciente se ha convertido en un vicio malsano que me lleva por el camino de la amargura.

Y es que cuesta mucho disfrutar de lo que lees cuando tu cerebro se empeña en ir cazando cliffhangers y otros trucos de escritor... Aunque claro, si no lees con ojos de escritor, ¿cómo vas a aprender a escribir mejor?


Esta contradicción es lo que he bautizado como Síndrome de las gafas de Sol: la lectura como escritor te ayuda a ver bien cuando el sol brilla, pero no te deja apreciar los matices de color tal cual son.

Muchos blogs han hablado sobre cómo aprender a leer como escritores (véase este post en Sinjania), pero muy pocos han explicado del extraño fenómeno que acontece cuando este tipo de lectura se convierte en costumbre.

Y de eso precisamente hablaremos hoy, de lo útil y a la vez frustrante que resulta leer con las gafas de escritor puestas.


1. Aprendes

Esto es de primero de lectura (o de primaria). Cuando uno lee, quiera o no, aprende. Bien adquiriendo nuevos conocimientos, bien enriqueciendo nuestro vocabulario, el caso es que cuando abrimos un libro asimilamos información que luego integramos en nuestra base de datos.

Cuando uno lee como escritor, esta experiencia de asimilación se multiplica por dos, pues no solamente vas a adquirir todo lo indicado en el anterior párrafo, sino que también verás y aprenderás cómo resuelven los distintos autores las escenas.

Y además en cualquier lugar y momento...

El ver cómo otro autor zanja una discusión o introduce los diálogos puede serte muy útil como truco para aplicar en tus propias historias. De hecho, puede que incluso te de la solución para culminar ese capítulo que te trae de cabeza.

Sin embargo, todas estas ventajas se convierten en pesadilla cuando tu deseo por aprender te impide ver la historia y los personajes más allá de los trucos e ingenios del autor y te ves arrastrado a un análisis sin fin.

El paralelismo más cercano que se me ocurre es ser corrector y no poder evitar enmendar las erratas que vemos en carteles y folletos publicitarios de forma compulsiva.



2. El día de la marmota

Cuando lees como escritor, a la larga acabas identificando patrones comunes y métodos de hilar las tramas que te permiten adivinar qué es lo que ocurrirá a continuación. Y no, no estoy hablando de intuir, sino de SABER.

En los casos más extremos, se ha visto a escritores capaces de calcular el número de páginas que faltaban para que X escena tuviera lugar. Y han acertado.

Llega un punto en el cual te aburres mortalmente porque, salvo que el autor sea increíblemente hábil, no eres capaz de caer en sus trucos y por lo tanto la lectura se te hace una sucesión de escenas predecibles que no solamente no disfrutas, sino que ni siquiera te interesan.


Quieres seguir leyendo, pero...

Es como ver un espectáculo de magia desde el lateral del escenario: es magia, sí, pero estás viendo todos los trucos, de modo que al cabo de unos minutos deja de ser divertido "adivinar" lo que pasará.

La buena noticia es que una vez tienes tan interiorizados estos esquemas, no te cuesta nada aplicarlos a tus propias historias... E incluso darles la vuelta ^^



3. Verás la biga en el propio

Otra de las ventajas de estar hasta el magnísimo coño de no poder leer sin analizar es que uno acaba desarrollando un radar bastante fiable de errores y fallos argumentales.

Así, del mismo modo que cazamos con fascinación los giros argumentales ingeniosos, también detectamos bien rápido los deux et machina y otros truquitos poco recomendables para desfacer entuertos en pocas páginas.


Escritores-lectores señalando fallos (en novela ajena)

Este poderoso don tiene dos ventajas:

- Si vemos la paja en el ojo ajeno, podremos evitar plantar una biga en el propio porque ya sabemos que no queda bien.

- El detectar estas cosas con tanta eficiencia hace de los escritores un inmejorable beta reader (que además, siempre estará dispuesto a señalarte los fallos que vea).

Tal vez no disfrutemos leyendo tanto como lo hacíamos cuando solo éramos lectores, pero será una penitencia con recompensa y utilidad. Menos dan las piedras, ¿no?



Como veis, en la lectura como escritores no existen posiciones blancas ni negras, solo una escala de grises excesivamente amplia como para caber en un solo post, porque seguro que ti, estimado lector, se te ocurren muchos más fallos de los que aquí he mencionado. O quizás no...

Lo que está claro es que leer como escritor le cambia la vida y la perspectiva a uno. Y es que, como ya demostró Víctor Blanco, se aprende mucho a escribir leyendo.


¡Nos leemos! ^^

4 comentarios:

  1. ¿"Biga"? ¿No será "Viga"?
    Interesante artículo, ¡y muy cierto!

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    1. El error es intencional, para remarcar lo mucho que nos fijamos en esos detalles. De momento, van ya dos lectores que se fijan ;)

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    2. Entré como un caballo, entonces. Damn

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    3. Bueno, mejor como un caballo que como un ratón en una ratonera ;)

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