Si el niño que podía volar ha dado nombre a una patología psicológica, ¿por qué no usarle para hablar de los tipos de escritor?
Ya iba tocando una reflexión de esta índole en el blog, que desde la de El Principito no había vuelto a escribir ninguna (y de eso ya hace mucho).
Ya iba tocando una reflexión de esta índole en el blog, que desde la de El Principito no había vuelto a escribir ninguna (y de eso ya hace mucho).
Leyendo uno aprende a escribir, pero también muchas otras cosas: se aprende sobre los seres humanos y también sobre uno mismo.
Curiosamente, la idea para este post surgió también a raíz de la obra de Saint-Exupéry. Hablando con un amigo me percaté de que, por suerte o por desgracia, yo nunca he entendido al Principito, y tampoco a Peter Pan.
El motivo me resulta incierto. Algunos lo atribuyen a mi forma de entenderlo, a que tal vez leí su historia demasiado tarde... Pero yo creo que depende de la concepción de la realidad.
El motivo me resulta incierto. Algunos lo atribuyen a mi forma de entenderlo, a que tal vez leí su historia demasiado tarde... Pero yo creo que depende de la concepción de la realidad.
Reflexionando, me di cuenta de que en el mundo existen dos tipos de personas: las que se llevan bien con el líder de los niños perdidos, y los que desearíamos verlo desfilar por la tabla.
¿Y qué tiene que ver esto con la escritura?
¿Y qué tiene que ver esto con la escritura?
Bastante, porque esta división, mis queridos lectores (y paro ya de dar la brasa), también se puede aplicar a los escritores, en especial a los de fantasía, y puede llegar a condicionar bastante su forma de escribir y de organizarse.
Si no os lo creéis, os invito a seguir leyendo ;)