Reseña: La danza del gohut

No confundas no tener cadenas con ser libre.



BÁSICO

Título: La danza del gohut
Editorial: Ediciones El Transbordador
Autor: Ferran Varela

EDICIÓN

Formato: Tapa blanda
Nº de páginas: 116
Año de edición: 2018
Precio de compra: 14€
(puedes adquirirlo aquí)

PUNTUACIÓN: 5/5 



Una de las últimas apuesta de Ediciones El Transbordador es el joven Ferran Varela, cuya presencia ya ha sido confirmada en el Celsius 2019.

Autor de numerosos relatos, el pasado septiembre dio el salto a la novela corta con La danza del gohut, una breve pero intensa historia de fantasía oscura.


Nos hallamos ante una novela que sigue el patrón clásico del  género grimdark. El mundo que presenta es un ambiente hostil donde la inmundicia humana y las luchas por el poder son algo frecuente.

Sin embargo, el autor esboza esta realidad con apenas unas pinceladas. De hecho, este escenario apenas tiene peso real en la historia, que transcurre en un escenario muy acotado. Esto es: una celda de la torre de la familia Novon.

Todo lo que conocemos más allá de esa realidad es lo que nos es contado por boca de los personajes. Esto confiere un notable peso a los diálogos, que ocupan casi la totalidad de la extensión de esta novela.

Además, también los tempos cronológicos son alterados en esta historia. Pues conocemos el desenlace desde el primer momento gracias a una potente analepsis. La alteración del orden de los sucesos narrados nos es recordada a lo largo de la lectura mediante las intervenciones del narrador.


Así podía ser Tiuma, parecida a Luthadel (Mistborn)

Al tratarse de una obra tan breve, también el elenco de personajes es reducido. De hecho, se compone de un total de cuatro personajes. De ellos, solo tres tienen un papel preponderante en la trama.

La protagonista es Leara, una mujer plebeya que es contratada por una noble casa de la ciudad de Tiuma. Su misión: hacer recobrar la cordura al joven Gerrin, secuestrado por varios años por los temibles gohutSerán estas sesiones de terapia entre Leara y Gerrin las que articulen casi la totalidad de la historia.



Debido a la brevedad de esta novela, la reseña contiene spoilers sobre el desarrollo de la trama a partir de este punto.


El interés mostrado por los Novon para recuperar la cordura de su heredero pone de manifiesto dos de los conflictos que hallamos a lo largo de esta historia: las luchas intestinas de la nobleza y la guerra entre humanos y gohut.

Por una parte, la familia desea que el joven, quien ahora se considera un gohut, pueda estar recuperado para participar en la gran cacería anual que se organiza en Tiuma. 

Los humanos de la ciudad llevan a cabo cada otoño batidas de caza para diezmar la población de gohuts con la esperanza de acabar con su amenaza.

Por otra parte, los  Novon necesitan desesperadamente que Gerrin participe para seguir manteniendo su hegemonía. De no hacerlo, el heredero mostraría a la familia como un linaje débil. Pues nada refuerza el poder de las estirpes nobiliarias como la caza de gohuts.

Son estas unas criaturas violentas y sanguinarias que viven en las montañas, asaltando aldeas y masacrando a cuantos caen en sus manos. O al menos así lo creen quienes viven en Tiuma. Incluida la propia Leara.

No obstante, a medida que pasa tiempo en compañía de Gerrin, empezará a comprender quién son realmente los gohut y el por qué de su naturaleza frenética y destructiva. Y también a comprender el reverso oscuro de esa teórica civilización en la que viven los habitantes de Tiuma.

Se introduce aquí el tropo tantas otras veces visto del ente civilizado que, seducido por una cultura supuestamente primitiva, aprende y termina integrándose tras superar un profundo choque cultural. 

Sin embargo, nada en esta conversión es romantizado. Humanos y gohuts son presentados con sus bondades y abominaciones, dejando en manos de Leara (y del lector) decidir por cuál de las facciones desea tomar partido. O en qué bando de la toma del castillo se encuentra.


Guerrin se expresa con la toma del castillo, juego similar a nuestro ajedrez

Como decíamos antes, son los diálogos entre Gerrin y Leara los que van dando sentido a la historia y mostrándonos la sinergia del mundo creado por Ferran Varela. Esto es posible gracias a la contraposición de visiones.

Todo ello salpicado con la construcción de imágenes de profundo impacto. El lenguaje del autor tiene algo plástico que logra, sin perder la escala de grises, representar escenas tan poderosas como cargadas de simbolismo. Cuadros que se ajustan muy bien al discurso mostrado por los personajes.

Por una parte, Gerrin (llamado ahora Rin) habla sobre el pueblo gohut en el que ha vivido integrado durante los últimos tres años. Del otro lado tenemos a Leara, la plebeya que a base de escuchar, acaba cuestionándose sus propios roles y los de la sociedad.


Avatar: un film que también muestra el tropo del salvaje y el civilizado

La conexión de estos dos personajes y el proceso de cambio e influencia que ejercen el uno en el otro son el motor central de la trama. Es por este motivo que La danza del gohut debe considerarse más una novela de reflexión que de acción.

Leara ejerce aquí el papel de mediador entre el lector y los gohut. A través de las preguntas de la chica vamos comprendiendo el funcionamiento de una sociedad que, lejos de ser bestial, es absolutamente libertaria.

En esencia, los gohut solo se rigen por un principio: seguir sus impulsos. No existen relaciones de poder entre ellos, sino el reconocimiento y el deseo de seguir a quienes consideren más afines a sus ideas. Y de abandonarles cuando esto deja de suceder.

Tampoco dan importancia a los roles de género o a la sexualidad. Se entienden a sí mismo como individuos libres, ajenos a los prejuicios o las normas de los humanos.

Las peleas son frecuentes. Pero no son vistas como motivo de censura, sino como confrontación de ideas. Es por eso que los gohut tienen por costumbre tomar en sus cuerpos las voluntades de sus hermanos caídos. Así mantienen vivas sus ideas, alojándolas en su propio cuerpo.

Esta práctica es erróneamente consideraba por los humanos como una absorción del espíritu. De ahí la creencia de que los gohuts, esa raza de cabeza roja y alas atrofiadas, devora el alma de sus víctimas.


Bocetos de La danza del gohut (por Manuel Gutierrez)

Pero esta concepción apenas preocupa a los gohut. Pues no dan importancia a las ideas que los humanos puedan manifestar sobre ellos. De hecho, las desprecian.

Es por eso que la elección de Gerrin como portavoz del universo gohut resulta excelente. Pues es este un gohut que antes ha sido humano y aún posee la capacidad de comprender ambos mundos. Y de hacérselos entender a Leara mediante sus explicaciones.

Con todo, a menudo las reacciones o la evolución de los personajes resultan abruptas y poco entendibles. Al menos desde nuestro punto de vista. Sin embargo, sus actitudes son consecuentes con la realidad en la que viven.

Al fin y al cabo, abrazar la libertad en todas sus acepciones es un proceso instintivo y caótico al que cada individuo se lanza según su propia disposición. Así lo dictan los parámetros gohut y así lo abrazan Gerrin y Leara.

Poco a poco, la joven va entendiendo y cuestionando su propia realidad. Hasta que todo estalla en el final ya advertido mediante la analepsis inicial.


La danza del gohut es, en resumen, una historia de fantasía oscura breve y muy bien trabada que invita al lector a reflexionar sobre sus propios prejuicios y sobre el significado de la libertad.

Una lectura que atrapa pese a su capacidad para generar en algunos fragmentos frustración en el lector. Una sensación que es rápidamente borrada gracias a la fuerza de los diálogos y al universo rico y creíble que se adivina tras ellos.

Si gustáis de escenarios tétricos y historias plagadas de conflicto (y también de amor), La danza del gohut es una muy buena opción.


¡Nos leemos! ^^

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